“Yo soy el pan de vida”
Hech 7, 51-8,1; Sal 30; Jn 6, 30-35.
Seguimos adelante tratando de lograr tener otro tipo de metas; no metas que sólo quedan en una satisfacción personal humana, sino horizontes que nos hagan mirar hacia la trascendencia.
Para lograr ese objetivo es importante que en nuestra vida esté presente el nombre del hijo de Dios. Recordar en primer lugar que debemos de creer en él para lograr la vida eterna. Esa vida eterna que vamos construyendo en esta vida, procurando que todas nuestras acciones miren hacia Jesús.
Ahora Jesús nos enseña que él es el Pan de vida, ese pan que no se acaba porque no es sólo para un momento como cuando la gente buscaba a Jesús sólo porque les había dado de comer. Nuestro pensamiento es tener a Jesús que alimenta nuestra vida, nuestras acciones, nuestras metas, todas ellas en función del Reino de Dios.
Jesús es ese alimento que no perece y que nos da la vida eterna. No dejemos de consumir este alimento, ya sea por medio de los sacramentos o a través de la Palabra de Dios, que nutre nuestra fe.
Fuente: «Evangelio y Vida», comentarios a los evangelios. México.
Autor: P. Irving Gabriel Amaro R. C.M.
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