Jesús es Jefe y Salvador. Quiere que los jefes entre los suyos sean humildes, amen y alimenten a los demás al igual que él.
El otro discípulo corrió más aprisa que Pedro y llegó primero al sepulcro. Pero el que entró primero fue Pedro. Se nos dio a entender así que este era el primero de los jefes en el grupo de Jesús.
Y ahora, tras la sorpresa de una pesca grande, el discípulo amado reconoce antes que Pedro a Jesús. Mas una vez más, es Pedro el que al momento se echa al agua para llegar a la orilla.
Oye luego a Jesús pedir unos peces. Pedro, por lo tanto, sube a la barca y solo arrastra hasta la playa la red llena de peces. Se muestra él, sí, el jefe de los jefes.
Se ha lucido antes, desde luego, y ha dicho a Jesús: «Daré mi vida por ti» (véanse también Mt 26, 33; Mc 14, 29; Lc 22, 33). Pero termina negando a Jesús tres veces.
Jesús lo quiere a Pedro el más veraz de los jefes.
Así que le toca a Jesús hacer que el que le ha negado se vuelva a él. Aún quiere que Pedro guíe la Iglesia. Con todo, no lo deja de cuestionar en cuanto al amor.
Y sus preguntas abordan la raíz de todo pecado, a saber, el orgullo. Pedro, por su parte, parece admitir que no puede jactarse de nada. Pues dice no más que ama a Jesús como a un amigo. No se atreve a decir que ama como Jesús ha amado hasta el fin
Pero se le cuestiona aun a Pedro su amor como amistad, lo que deja triste al discípulo. Pero igual confía Jesús en las respuestas que le ha dado Pedro. Por lo tanto, le da la tarea de apacentar a sus corderos, de pastorear y apacentar a sus ovejas. Sabe que Pedro logrará, por la gracia de Dios, amar como el Maestro ha amado a los suyos.
Esto, pues, es cierto: el orgullo es la causa de todos los pecados; la humildad es la fuente de todo bien (SV.ES IX:604. 609). Los humildes, quienes admiten que no pueden hacer nada sin Jesús, aman y alimentan a los demás como él. Es decir, buscan incluso entregar su cuerpo y derramar su sangre para que vivan los demás.
Señor Jesús, ¡a ti la alabanza y el honor, la gloria y el poder, por los siglos de los siglos! Y concédenos ser humildes para que te reconozcamos el verdadero Jefe de jefes y nuestro Salvador. Humildes te veremos también en los pobres, nuestros amos y señores, y les tenderemos la mano.
4 Mayo 2025
3º Domingo de Pascua (C)
Hch 5, 27-32. 40b-41; Apoc 5, 11-14; Jn 21, 1-19
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