“Así como Moisés levantó la serpiente en el desierto, así tiene que ser levantado el Hijo del hombre”
Hech 4, 32-37; Sal 92; Jn 3, 7-15.
Hay que imaginar este pasaje del evangelio que se leía en las reuniones de la comunidad. Muchos eran judíos y seguían teniendo en Moisés a su gran referente que les había revelado a Dios. Él hablaba cara a cara con Dios e intercedía por el pueblo, que continuamente se extraviaba y se hacía duro de corazón frente a la Ley de Dios. Una de esas experiencias fue durante su camino en el desierto, cuando fueron mordidos por serpientes venenosas (imagen de su propia lengua venenosa que murmuró contra Dios). Para hallar la cura al veneno, narra el libro de los Números, Dios mandó a Moisés hacer y levantar una serpiente de bronce.
Podemos ver, entonces, por dónde apunta el sentido de las palabras de Jesús, sobre todo ahora en tiempo pascual: Hay que mirar hacia la cruz y en ella al crucificado, hay que mirar su vida y entrega para combatir y vencer al mal. Hay que mirar la manera no violenta de enfrentar la violencia, hay que mirar su modo de vivir austero y confiado en la providencia del Padre, desafiando los lujos y el despilfarro; hay que mirar a nuestro Salvador para hallar la salud que buscamos encontrar.
Fuente: «Evangelio y Vida», comentarios a los evangelios. México.
Autor: P. Emmanuel Velázquez Mireles C.M.
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