Fe y vida pública – Una llamada vicenciana al compromiso a la luz del testimonio de Federico Ozanam

por | Abr 20, 2025 | Formación, Reflexiones | 0 Comentarios

Tres caminos de compromiso a la luz del testimonio de Federico Ozanam

Con motivo del próximo aniversario del nacimiento del beato Federico Ozanam, el 23 de abril, presentamos una serie de tres reflexiones que quieren acercarnos al corazón y al pensamiento de este laico apasionado por el Evangelio y por la justicia. En un mundo marcado por el individualismo, la indiferencia y la exclusión, la figura de Ozanam resplandece como un testigo actual y necesario.

Estos tres artículos quieren ayudarnos a descubrir tres facetas esenciales de su vida y legado, que pueden inspirarnos a vivir hoy una fe más comprometida, más encarnada y más profética:

  • Federico, creyente con voz pública, que nos anima a llevar la fe a la plaza pública, sin miedo, con valentía y con amor.
  • Federico, discípulo de los pobres, que nos invita a reconocer a los más frágiles no como objetos de ayuda, sino como “amos y señores”, verdaderos portadores de Cristo.
  • Federico, defensor de la justicia, que nos impulsa a denunciar estructuras injustas y a construir un mundo más digno para todos, especialmente para los trabajadores, los migrantes y los descartados.

En cada uno de estos caminos, Ozanam no fue un espectador, sino un protagonista. Y como él, también nosotros —jóvenes, laicos, creyentes— podemos ser sal y luz en medio de la historia.

Que estas reflexiones no sean solo palabras bonitas, sino llamadas concretas a vivir el Evangelio con audacia. Que el ejemplo de Federico nos empuje a alzar la voz por los que no tienen voz, a tender la mano con humildad, y a soñar con un mundo más justo, más fraterno, más evangélico.

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Fe y vida pública – Una llamada vicenciana al compromiso

En un mundo marcado por el creciente individualismo y la desilusión política, muchos jóvenes cristianos experimentan una cierta tensión entre su fe y su lugar en la vida pública. Preguntas como «¿Importa siquiera mi voz?» o «¿Pueden la fe y la política ser compatibles?» son comunes y válidas. En una sociedad en la que a menudo reinan la polarización, la desinformación y la apatía, puede parecer más cómodo guardar silencio, mantenerse en espacios privados en los que la fe es «segura» e incontrovertible.

Sin embargo, el Evangelio no nos conmina a mantener una fe privada y pasiva. Nos llama a ser sal y luz, a ser levadura en la masa de la sociedad. Nuestro bautismo nos convierte en profetas, centinelas de la esperanza y constructores de la justicia. Como jóvenes cristianos laicos inspirados por el carisma vicenciano, no sólo se nos invita, sino que se nos obliga a llevar nuestra fe a la plaza pública, no para imponerla, sino para testimoniarla a través de la acción, el diálogo y el amor.

El pensamiento de Federico Ozanam

Federico Ozanam vivió en una época de intensa agitación política, injusticia económica y conflicto ideológico. Un académico brillante y un hombre de profunda fe, reconoció tempranamente que los valores cristianos no podían permanecer encerrados entre los muros de las iglesias o las universidades. Para Ozanam, la verdadera piedra de toque de la fe era su capacidad para responder a los sufrimientos de la gente y transformar la sociedad desde dentro.

Creía que la Iglesia no debía alinearse con ningún partido político ni ideología, sino estar siempre del lado de los pobres, los sin voz y los marginados. Imaginaba lo que llamaba una «democracia cristiana», un orden social en el que los valores evangélicos —solidaridad, subsidiariedad, justicia y caridad— configuraran la vida política y económica. No entendía la democracia en sentido partidista, sino como un compromiso con la dignidad humana, la justicia social y la ciudadanía participativa.

Federico no se arredró ante la confusión del mundo, sino que se introdujo en él con claridad de mente y pureza de corazón. Instó a los católicos a estudiar, debatir, escribir, votar y organizarse, no por partidismo, sino por amor. Amor por la verdad. Amor al pueblo. Amor a Cristo presente en la historia. Su propio compromiso con la Sociedad de San Vicente de Paúl era profundamente político, no porque respaldara candidatos o leyes, sino porque se erigía en una alternativa concreta a la indiferencia: una expresión organizada de solidaridad y resistencia profética.

Fundamentos bíblicos y eclesiales

Las Escrituras ofrecen un sólido fundamento para esta concepción. Jesús habla claramente en el Sermón de la Montaña: «Vosotros sois la sal de la tierra… Vosotros sois la luz del mundo» (Mateo 5,13-16). La sal que pierde su sazón es inútil; la luz escondida bajo un cesto no cumple su propósito. La fe debe transformar y proteger el mundo; debe iluminar la verdad y revelar la justicia de Dios.

Los profetas no fueron simples místicos espirituales: eran voces políticas que se enfrentaban a los reyes, denunciaban la injusticia y exhortaban al pueblo a la rectitud. Pensemos en Amós: «¡Que fluya, sí, el juicio como agua y la justicia como arroyo perenne!» (Amós 5,24). O en Isaías: «¡Ay! los que decretan decretos inicuos» (Isaías 10,1). El verdadero culto no es meramente ritual, sino una práctica de la justicia (cfr. Isaías 58).

La doctrina social de la Iglesia constata esta llamada. El Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia enseña que los cristianos laicos tienen tanto el derecho como el deber de participar en la vida pública de sus sociedades: «Para los fieles laicos, el compromiso político es una expresión cualificada y exigente del empeño cristiano al servicio de los demás» (nº 565). Gaudium et Spes anima a los fieles a formar sus conciencias y a comprometerse con las responsabilidades cívicas a la luz del Evangelio: «Los cristianos todos deben tener conciencia de la vocación particular y propia que tienen en la comunidad política; en virtud de esta vocación están obligados a dar ejemplo de sentido de responsabilidad y de servicio al bien común» (n. 75). Y el Papa Francisco, haciéndose eco de sus predecesores, afirma en Evangelii Gaudium que «la política, tan denigrada, es una altísima vocación, es una de las formas más preciosas de la caridad» (n. 205).

Cómo afecta esto a la realidad en que vivimos

Hoy día, muchas sociedades afrontan una crisis de confianza hacia las instituciones. La corrupción, la desigualdad y la manipulación suelen desalentar la participación. El auge del populismo, el nacionalismo y la injusticia económica hace que muchos jóvenes se sientan impotentes o cínicos. Al mismo tiempo, el cambio climático, la migración forzosa y el racismo sistémico exigen respuestas éticas urgentes.

En un mundo así, la falta de compromiso no es neutralidad, sino complicidad. Si no participamos en la construcción de nuestras sociedades, otros lo harán sin nosotros, a menudo en formas que contradicen el Evangelio. Una fe privatizada se convierte en una fe silenciosa. Y una fe silenciosa se convierte en una fe irrelevante.

El ejemplo de Federico nos recuerda que la fe no consiste en evadirse de los problemas del mundo, sino en afrontarlos con amor y verdad. En nuestro tiempo, esto puede suponer adherirse a movimientos sociales, apoyar políticas éticas, comprometerse con el activismo medioambiental, participar en consejos estudiantiles o educar a otros en cuestiones sociales. Significa estar presente, informado y activo, no por ideología, sino por fidelidad a Cristo.

Cómo debería influir esto en nuestra vida cristiana

Ser cristiano en la vida pública hoy no es imponer doctrinas religiosas a los demás. Es vivir con integridad, tender puentes y ser consecuente entre creencias y acciones. Significa escuchar voces diversas, dialogar con respeto y defender la dignidad de cada persona, especialmente de los pobres y excluidos.

Estamos llamados a formar nuestras conciencias, a estudiar la doctrina de la Iglesia y a discernir cómo vivir nuestra fe en la toma de decisiones prácticas: qué apoyamos, a qué nos oponemos y cómo tratamos a los demás en los espacios políticos y cívicos. Esto no requiere perfección, pero sí compromiso.

Para los vicentinos, inspirados por Federico Ozanam, esta llamada es aún más patente. Seguimos a Cristo, que no tuvo miedo de enfrentarse a la injusticia, que alimentó a los hambrientos y denunció la hipocresía, que enalteció a los pobres y desafió a los poderosos. Vivir el carisma vicenciano hoy significa traducir este Evangelio en acciones en nuestras comunidades, universidades, lugares de trabajo y plataformas digitales.

Una reflexión motivadora

No te bautizaron para ser una persona pasiva. No fuiste confirmado para guardar silencio. El mundo no está pidiendo más opiniones, está reclamando testigos. Testigos que digan la verdad sin arrogancia. Que defiendan a los débiles sin violencia. Que amen a la Iglesia sin cerrar los ojos ante sus fracasos. Que se atrevan a creer que la fe puede cambiar la historia, porque ya lo ha hecho.

Federico Ozanam no fue ni sacerdote, ni obispo, ni Papa. Fue un estudiante, un profesor, un marido, un laico como tú. Y, sin embargo, ayudó a renovar la Iglesia en su tiempo. Tú también puedes hacerlo.

No hace falta ser famoso. Sólo tienes que ser fiel. El Evangelio no necesita aplausos, necesita corazones apasionados.

Oración al Dios de la Justicia

Dios de luz y de verdad,
Nos has hecho tu pueblo,
y nos has confiado la misión de ser sal y luz en el mundo.
Enséñanos a no tener miedo del bullicio de las calles,
ni de las tensiones de la vida política.
Danos valor para hablar con amor,
para actuar con justicia,
y para estar al lado de los pobres y de los que no tienen voz.
Que nuestra fe sea palpable,
no como vanagloria, sino como servicio.
Que nuestras palabras curen y nuestras acciones inspiren.
Y que nunca olvidemos
que la plaza pública es también tierra santa
cuando la recorremos contigo.
Amén.

Preguntas para la reflexión personal y en grupo

  • ¿Qué sentimientos me suscita la idea de participar en política o en debates públicos como cristiano?
  • ¿En qué ocasiones he guardado silencio cuando mi voz podría haber defendido la dignidad de los demás?
  • ¿Qué hago para informarme mejor sobre las cuestiones sociales y políticas a la luz de mi fe?
  • ¿Quiénes son las figuras públicas o los movimientos actuales que me inspiran a vivir el Evangelio con valentía?
  • ¿Qué pequeño paso puedo dar esta semana para llevar los valores del Evangelio a la vida pública?
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