Jesucristo es Señor y Salvador.  Así lo hemos de aclamar.  Mas tal aclamar quiere decir seguir su camino, ser y vivir al igual que él.

Los discípulos de Jesús y la gente no le dejaron de aclamar mientras se acerca a Jerusalén.  Monta él un pollino.

Y recordamos de modo solemne lo que hicieron ellos para aclamar a Jesús como Mesías y Rey.  Esto, sí, lo tenemos presente.  En otras palabras, alabamos alegres a Dios a gritos por todas las grandes obras que hace a través de Jesús.  Es decir, no le podemos sino aclamar como el gran Profeta de Dios.  Y también como el bendito Rey que viene en nombre del Señor.  Heredero legítimo que Jesús es al trono de David.

Mas hoy llevamos no más en las manos ramos de palmas.  No ponemos los mantos sobre un pollino.  Ni los extendemos por el camino ni lo alfombramos con las ramas de árboles.  Con todo, llenos estamos de gozo y entusiasmo al acercarse Jesús a Jerusalén.

Pero esperamos y rezamos que bien lo conozcamos.  Él no es un mesías guerrero.  No viene para destrozar a los extranjeros que nos oprimen.  Es, más bien, el Mesías manso y humilde que no viene para que le sirvan, sino para servir.  El Siervo Sufriente, sí, que obedece hasta la muerte de cruz y entrega su cuerpo y derrama su sangre para salvar a todos.

Después de todo, los con dinero y poder no pueden menos que quererlo clavado en la cruz.  Pues busca la justicia para los pobres y débiles.  Y denuncia él toda codicia y toda indiferencia para con los pobres.  Quiere que todos nos preocupemos los unos de los otros cual veraces hermanos y hermanas.  Nos quiere dando de comer y de beber los unos a los otros.  Y hacer tal bien es exponerse a conflictos (SV.ES I:143).

Señor Jesús, danos la fuerza para seguirte, ser y vivir al igual que tú.  Te lograremos aclamar así como nuestro Señor y Salvador.  Y concédenos tomar la cruz, no solo en nuestras propias luchas, sino en las de los pobres. Y de los que soportan cargas pesadas.

13 Abril 2025
Domingo de Ramos en la Pasión del Señor (C)
Lc 19, 28-40; Is 50, 4-7; Fil 2, 6-11; Lc 22, 14—23, 56