Jesús no nos condena, sino nos salva. Por lo tanto, los que nos decimos de él no hemos de condenar a los demás. Y quiere decir esto que primero nos hemos de admitir pecadores también.
El evangelio de hace dos domingos no nos dijo si logró dar fruto la higuera estéril. Ni nos dijo el evangelio del domingo pasado si el hijo mayor entró y participó del festín. Mas dice el evangelio de este domingo que los escribas y los fariseos se logran admitir no sin pecado. Pues se van sin tirar piedras a la que sorprendieron, —dicen ellos—, en flagrante adulterio.
Así que no son del todo al igual que el hijo mayor, si bien se podría decir que los representa él. Pues cuenta Juan que no condenan ellos a la mujer. Es decir, cambian de parecer.
Con todo, los escribas y los fariseos no son al igual que José, desde luego. Es que ese hombre justo, al no querer humillar a María, llegó a ser la justicia de Dios en Cristo. Tanto logró José, sí, admitir y estimar el valor de ella. Los escribas y los fariseos, en cambio, no humillan no más a la adúltera. La usan también para poner a prueba a Jesús y poderlo acusar.
Pero, ¿no nos hemos de preguntar? ¿A ver si hacemos lo que ellos? ¿Al estar nosotros del lado de los que plantearon dubia ante el Papa Francisco? O, ¿al ponernos de acuerdo, por tener miedo o por buscar favor, con los que no hacen justicia a los que sufren discriminación? ¿Con los que buscan acabar con todo lo que ayuda y lleva a que se haga «de muchos uno».
Vale hacer tales y semejantes preguntas. Es que, de hecho, todos necesitamos perdón. Y cuanto más pronto se logra admitir esto, tanto más lento se les condena a los demás. Tanto más pronto se va lo viejo para dar paso a lo nuevo.
Señor Jesús, ayúdanos a olvidarnos de lo queda atrás y lanzarnos hacia lo que está por delante. No dudamos en admitir que somos pecadores, muy lejos aún de ser al igual que tú que no condenas sino salvas. Que no buscas que te sirvan, sino servir. Y entregar tu cuerpo por nosotros y derramar tu sangre para el perdón de los pecados. No nos dejes humillar a los pobres. Déjanos, más bien, discernir tu cuerpo, para que no comamos y bebamos nuestra condenación (1 Cor 11, 22. 29). Haz que nuestra vida dé a conocer que tu gracia y tu verdad siempre triunfan sobre la ley de Moisés. Que amar es cumplir la ley (Rom 13, 10). Y que el amor está por encima de todas las reglas (SV.ES IX:1125).
6 Abril 2025
Domingo 5º de Cuaresma (C)
Is 43, 16-21; Fil 3, 8-14; Jn 8, 1-11
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