«Mi Padre trabaja siempre y yo también trabajo»
Is 49, 8-15; Sal 144; Jn 5, 17-30.
Después de haber curado al hombre en la piscina, los judíos reclaman a Jesús por haber hecho tal curación en sábado. Su respuesta evidencia dos cosas, por un lado, la menos grata, la mezquindad de quienes le cuestionan. Pero no hay que olvidar que el Evangelio no fue escrito para que lo leyeran los que rechazan a Jesús, sino los que nos estamos haciendo sus discípulos, por lo cual hay que mirar con honestidad nuestra propia mezquindad descubierta, y esforzarnos por corregir lo que no es cristiano en nuestra vida. Es decir, nuestras actitudes no compasivas ni amorosas. Hay mucho camino por hacer.
Por otro lado, se muestra en acción la ternura de Dios por cada persona que sufre. Él siempre trabaja, dice Jesús, y por eso hace lo mismo. Es un modo cariñoso y lleno de gozo saberse Hijo de un Padre para quien ninguna vida humana es desechable. Y que si hay una manera por excelencia de ser grato a los ojos de Dios es sintiendo ternura por los que yacen descartados o improductivos en nuestra sociedad. Esta es, además, una vía segura de hacerse discípulo del Señor, esto es, compartiendo algo de nuestro trabajo por los más insignificantes de nuestro tiempo.
Fuente: «Evangelio y Vida», comentarios a los evangelios. México.
Autor: P. Emmanuel Velázquez Mireles C.M.
0 comentarios