Los miembros de la Familia Vicenciana nos hemos acostumbrado a utilizar términos como Abogacía, Aporofobia, Sinhogarismo, Colaboración, Cambio Sistémico, etc., para describir bien situaciones que nos encontramos en nuestras obras, bien acciones que llevamos a cabo. Para profundizar en el significado y la comprensión de estos conceptos desde nuestro carisma hemos creado esta serie de posts, a modo de un «Diccionario Vicenciano», con el objetivo ofrecer cada semana un desarrollo de cada uno de ellos desde una perspectiva social, moral, cristiana y vicenciana. Inspirado en el carisma de San Vicente de Paúl, profundizaremos en su comprensión y reflexionaremos sobre el servicio, la justicia social y el amor al prójimo. Al final de cada artículo encontrarás algunas preguntas para la reflexión personal o el diálogo en grupo.
Sigue el hilo completo de este diccionario vicenciano en este enlace.
La educación es uno de los pilares fundamentales de toda sociedad. Reconocida como un derecho humano básico, está protegida por múltiples instrumentos internacionales como la Declaración Universal de los Derechos Humanos y el Pacto Internacional de Derechos Económicos, Sociales y Culturales. Más allá de su carácter jurídico, la educación es un bien necesario que enriquece a las personas y comunidades.
La educación desde una perspectiva social
La educación es un medio para garantizar la inclusión y la igualdad. En términos sociales, facilita el desarrollo de habilidades que empoderan a las personas para participar activamente en sus comunidades. Desde la perspectiva de la UNESCO, la educación fomenta la comprensión, la tolerancia y la amistad entre todas las naciones y grupos sociales. Además, la educación actúa como un motor de movilidad social, permitiendo a los más vulnerables superar barreras de desigualdad estructural.
La Declaración Universal de los Derechos Humanos (1948), artículo 26:
1. Toda persona tiene derecho a la educación. La educación debe ser gratuita, al menos en lo concerniente a la instrucción elemental y fundamental. La instrucción elemental será obligatoria. La instrucción técnica y profesional habrá de ser generalizada; el acceso a los estudios superiores será igual para todos, en función de los méritos respectivos.
2. La educación tendrá por objeto el pleno desarrollo de la personalidad humana y el fortalecimiento del respeto a los derechos humanos y a las libertades fundamentales; favorecerá la comprensión, la tolerancia y la amistad entre todas las naciones y todos los grupos étnicos o religiosos, y promoverá el desarrollo de las actividades de las Naciones Unidas para el mantenimiento de la paz.
3. Los padres tendrán derecho preferente a escoger el tipo de educación que habrá de darse a sus hijos.
Pacto Internacional de Derechos Económicos, Sociales y Culturales (1966), artículo 13:
1. Los Estados Partes en el presente Pacto reconocen el derecho de toda persona a la educación. Convienen en que la educación debe orientarse hacia el pleno desarrollo de la personalidad humana y del sentido de su dignidad, y debe fortalecer el respeto por los derechos humanos y las libertades fundamentales. Convienen asimismo en que la educación debe capacitar a todas las personas para participar efectivamente en una sociedad libre, favorecer la comprensión, la tolerancia y la amistad entre todas las naciones y entre todos los grupos raciales, étnicos o religiosos, y promover las actividades de las Naciones Unidas en pro del mantenimiento de la paz.
2. Los Estados Partes en el presente Pacto reconocen que, con objeto de lograr el pleno ejercicio de este derecho:
a) La enseñanza primaria debe ser obligatoria y asequible a todos gratuitamente;
b) La enseñanza secundaria, en sus diferentes formas, incluso la enseñanza secundaria técnica y profesional, debe ser generalizada y hacerse accesible a todos, por cuantos medios sean apropiados, y en particular por la implantación progresiva de la enseñanza gratuita;
c) La enseñanza superior debe hacerse igualmente accesible a todos, sobre la base de la capacidad de cada uno, por cuantos medios sean apropiados, y en particular por la implantación progresiva de la enseñanza gratuita;
d) Debe fomentarse o intensificarse, en la medida de lo posible, la educación fundamental para aquellas personas que no hayan recibido o terminado el ciclo completo de instrucción primaria;
e) Se debe proseguir activamente el desarrollo del sistema escolar en todos los ciclos de la enseñanza, implantar un sistema adecuado de becas, y mejorar continuamente las condiciones materiales del cuerpo docente.
3. Los Estados Partes en el presente Pacto se comprometen a respetar la libertad de los padres y, en su caso, de los tutores legales, de escoger para sus hijos o pupilos escuelas distintas de las creadas por las autoridades públicas, siempre que aquéllas satisfagan las normas mínimas que el Estado prescriba o apruebe en materia de enseñanza, y de hacer que sus hijos o pupilos reciban la educación religiosa o moral que esté de acuerdo con sus propias convicciones.
4. Nada de lo dispuesto en este artículo se interpretará como una restricción de la libertad de los particulares y entidades para establecer y dirigir instituciones de enseñanza, a condición de que se respeten los principios enunciados en el párrafo 1 y de que la educación dada en esas instituciones se ajuste a las normas mínimas que prescriba el Estado.
El derecho a la educación enfrenta retos significativos, como la falta de acceso equitativo, discriminación y deserciones escolares. Estos problemas afectan desproporcionadamente a comunidades marginadas, mujeres, personas con discapacidad y poblaciones indígenas. La Convención sobre los Derechos del Niño (1989) subraya la importancia de garantizar que todos los niños tengan acceso a una educación inclusiva y de calidad, enfatizando el principio del “interés superior del niño” como eje central de cualquier política educativa.
Convención sobre los Derechos del Niño (1989), artículo 28:
1. Los Estados Partes reconocen el derecho del niño a la educación y, a fin de que se pueda ejercer progresivamente y en condiciones de igualdad de oportunidades ese derecho, deberán en particular:
a) Implantar la enseñanza primaria obligatoria y gratuita para todos;
b) Fomentar el desarrollo, en sus distintas formas, de la enseñanza secundaria, incluida la enseñanza general y profesional, hacer que todos los niños dispongan de ella y tengan acceso a ella y adoptar medidas apropiadas tales como la implantación de la enseñanza gratuita y la concesión de asistencia financiera en caso de necesidad;
c) Hacer la enseñanza superior accesible a todos, sobre la base de la capacidad, por cuantos medios sean apropiados;
d) Hacer que todos los niños dispongan de información y orientación en cuestiones educacionales y profesionales y tengan acceso a ellas;
e) Adoptar medidas para fomentar la asistencia regular a las escuelas y reducir las tasas de deserción escolar.
Las metas respecto a la educación de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) —en su apartado cuarto— son concretas y cuantificables. Reflejan una aspiración de alcance mundial que deberá alentar a los países a esforzarse por acelerar los avances. Los esfuerzos de los países impulsarán el cambio, el cual reposará en alianzas y financiación adecuadas, que contarán con la participación de múltiples partes interesadas. Se espera que los gobiernos conviertan las metas mundiales en metas nacionales realistas, basadas en sus prioridades educativas, sus estrategias y sus planes nacionales de desarrollo, la organización de sus sistemas educativos, su capacidad institucional y la disponibilidad de recursos.
Objetivos de Desarrollo Sostenible (2015), metas del objetivo 4: Educación de calidad
Meta 4.1: De aquí a 2030, asegurar que todas las niñas y todos los niños terminen la enseñanza primaria y secundaria, que ha de ser gratuita, equitativa y de calidad y producir resultados de aprendizaje pertinentes y efectivos.
Meta 4.2: De aquí a 2030, asegurar que todas las niñas y todos los niños tengan acceso a servicios de atención y desarrollo en la primera infancia y educación preescolar de calidad, a fin de que estén preparados para la enseñanza primaria.
Meta 4.3: De aquí a 2030, asegurar el acceso igualitario de todos los hombres y las mujeres a una formación técnica, profesional y superior de calidad, incluida la enseñanza universitaria.
Meta 4.4: De aquí a 2030, aumentar considerablemente el número de jóvenes y adultos que tienen las competencias necesarias, en particular técnicas y profesionales, para acceder al empleo, el trabajo decente y el emprendimiento.
Meta 4.5: De aquí a 2030, eliminar las disparidades de género en la educación y asegurar el acceso igualitario a todos los niveles de la enseñanza y la formación profesional para las personas vulnerables, incluidas las personas con discapacidad, los pueblos indígenas y los niños en situaciones de vulnerabilidad.
Meta 4.6: De aquí a 2030, asegurar que todos los jóvenes y una proporción considerable de los adultos, tanto hombres como mujeres, estén alfabetizados y tengan nociones elementales de aritmética.
Meta 4.7: De aquí a 2030, asegurar que todos los alumnos adquieran los conocimientos teóricos y prácticos necesarios para promover el desarrollo sostenible, entre otras cosas mediante la educación para el desarrollo sostenible y los estilos de vida sostenibles, los derechos humanos, la igualdad de género, la promoción de una cultura de paz y no violencia, la ciudadanía mundial y la valoración de la diversidad cultural y la contribución de la cultura al desarrollo sostenible.
4.a Construir y adecuar instalaciones educativas que tengan en cuenta las necesidades de los niños y las personas con discapacidad y las diferencias de género, y que ofrezcan entornos de aprendizaje seguros, no violentos, inclusivos y eficaces para todos
4.b De aquí a 2020, aumentar considerablemente a nivel mundial el número de becas disponibles para los países en desarrollo, en particular los países menos adelantados, los pequeños Estados insulares en desarrollo y los países africanos, a fin de que sus estudiantes puedan matricularse en programas de enseñanza superior, incluidos programas de formación profesional y programas técnicos, científicos, de ingeniería y de tecnología de la información y las comunicaciones, de países desarrollados y otros países en desarrollo
4.c De aquí a 2030, aumentar considerablemente la oferta de docentes calificados, incluso mediante la cooperación internacional para la formación de docentes en los países en desarrollo, especialmente los países menos adelantados y los pequeños Estados insulares en desarrollo
La educación de calidad es esencial para alcanzar otros objetivos de desarrollo sostenible. Permite a las personas mejorar sus condiciones de vida, promueve la igualdad de género, reduce las desigualdades y fomenta estilos de vida más saludables y sostenibles. Además, contribuye a la tolerancia y al desarrollo de sociedades más pacíficas.
A pesar de los avances, persisten desafíos significativos. En 2016, 750 millones de adultos en todo el mundo, dos tercios de los cuales eran mujeres, seguían siendo analfabetos. Además, 1 de cada 5 niños de entre 6 y 17 años no asistía a la escuela. Muchos colegios, especialmente en África subsahariana, carecen de elementos básicos para una enseñanza de calidad, como docentes cualificados, instalaciones adecuadas, acceso a internet, agua potable y electricidad.
Para cumplir con el ODS 4, es fundamental que la financiación de la educación se convierta en una prioridad de inversión nacional. Medidas como hacer que la educación sea gratuita y obligatoria, aumentar el número de docentes, mejorar la infraestructura escolar básica y adoptar la transformación digital son esenciales para avanzar hacia una educación de calidad para todos.
La educación desde una perspectiva moral
La promoción del derecho a la educación no solo responde a un mandato social o jurídico, sino también a una obligación moral de las sociedades para garantizar que todos los individuos puedan desarrollarse en igualdad de condiciones. Desde esta óptica, la educación no es un privilegio reservado para unos pocos, sino un bien público que debe estar al alcance de todos, independientemente de su origen, género, clase social o situación económica.
a) La igualdad de oportunidades y la justicia social
La educación desempeña un papel central en la construcción de una sociedad más equitativa. En una comunidad justa, todos los individuos tienen acceso a las mismas oportunidades para alcanzar sus metas y contribuir al bien común. Sin embargo, en muchas partes del mundo, las desigualdades estructurales perpetúan ciclos de pobreza y exclusión que privan a millones de niños y adultos de una educación de calidad.
Desde una perspectiva moral, esto plantea preguntas urgentes: ¿Cómo pueden las sociedades justificarse si no garantizan un acceso equitativo a la educación? ¿Qué responsabilidades tienen los gobiernos, las instituciones y los individuos para corregir estas injusticias? Una respuesta moralmente coherente exige un compromiso con la eliminación de barreras como la pobreza, la discriminación y la falta de recursos, reconociendo que cada persona tiene el potencial de contribuir de manera significativa si se le da la oportunidad.
b) La dignidad humana y el desarrollo integral
La educación no solo prepara a los individuos para el empleo o la productividad económica; también es un medio para el desarrollo integral del ser humano. A través de la educación, las personas adquieren no solo conocimientos técnicos, sino también valores, principios éticos y una mayor comprensión de sí mismas y del mundo que las rodea.
Desde una óptica moral, negar el acceso a la educación es una forma de despojar a los individuos de su dignidad. Sin educación, las personas carecen de las herramientas necesarias para ejercer plenamente sus derechos, participar en la vida política y social, y tomar decisiones informadas sobre sus propias vidas. Por lo tanto, garantizar el derecho a la educación es también un reconocimiento del valor inherente de cada ser humano y de su capacidad para crecer y contribuir a la sociedad.
c) La responsabilidad colectiva
Desde una perspectiva moral, el acceso a la educación no puede ser visto como una responsabilidad exclusiva del individuo o de su familia. En su lugar, debe entenderse como una responsabilidad colectiva que involucra a todos los miembros de la sociedad. Los gobiernos tienen el deber de establecer sistemas educativos accesibles y de calidad, pero también las comunidades, las empresas y los individuos tienen un papel que desempeñar en la promoción de este derecho.
La solidaridad y el compromiso con las generaciones futuras son valores fundamentales que deben guiar las políticas educativas. Esto implica no solo financiar la educación, sino también crear entornos donde los niños y jóvenes se sientan apoyados y motivados a aprender. Además, es crucial garantizar que la educación impartida fomente valores como la empatía, la inclusión y el respeto por los derechos humanos.
d) La educación como motor de cambio
La educación tiene el poder de transformar sociedades al empoderar a las personas para que cuestionen las normas injustas, desafíen las estructuras de poder opresivas y trabajen por un futuro más justo. Desde una perspectiva moral, esta capacidad transformadora de la educación subraya su importancia como derecho fundamental. No solo permite a los individuos mejorar sus propias vidas, sino también convertirse en agentes de cambio para sus comunidades y más allá.
Desde una perspectiva moral, el derecho a la educación es mucho más que una obligación legal; es un imperativo ético que refleja los valores de igualdad, justicia y dignidad humana. Garantizar este derecho no solo beneficia a los individuos, sino que también fortalece a las sociedades al promover el desarrollo integral, la cohesión social y el progreso colectivo. En un mundo donde aún persisten profundas desigualdades educativas, es esencial que los gobiernos, las comunidades y los individuos trabajen juntos para garantizar que nadie quede excluido de esta herramienta fundamental para la vida y el desarrollo humano.
La educación desde una perspectiva cristiana
La educación, entendida como un proceso integral que forma a la persona en sus dimensiones intelectual, moral y espiritual, es reconocida por la Iglesia Católica como un derecho fundamental y un deber inherente a la dignidad humana. Este derecho se fundamenta en la naturaleza misma de la persona humana, creada a imagen y semejanza de Dios (Génesis 1:27), y se desarrolla plenamente en la comunidad, especialmente en la familia, que es la primera educadora.
a) La educación en la Sagrada Escritura, los Santos Padres y el magisterio de la Iglesia
La Biblia presenta numerosos pasajes que destacan la importancia de la educación en el camino de la fe y la vida moral. En el libro de los Proverbios se nos dice: “Instruye al niño en su camino, y ni aun de viejo se apartará de él” (Proverbios 22:6). Este versículo refleja la responsabilidad de los padres y educadores de guiar a las nuevas generaciones en la senda de la virtud y la sabiduría.
En el Nuevo Testamento, San Pablo exhorta: “Padres, no exasperéis a vuestros hijos, sino formadlos mediante la corrección y la instrucción según el Señor” (Efesios 6:4). Este llamado subraya la educación como una tarea que trasciende el simple conocimiento académico para incluir la formación en los valores cristianos.
Los Padres de la Iglesia también enfatizaron la importancia de la educación. San Agustín, en su obra De Magistro, aborda el papel de la educación en el descubrimiento de la verdad, afirmando que Cristo es el verdadero Maestro interior que ilumina la mente y el corazón del estudiante. Asimismo, San Juan Crisóstomo instó a los padres a educar a sus hijos en la fe, considerando esta tarea como una responsabilidad sagrada.
La Doctrina Social de la Iglesia aborda la educación como un derecho humano fundamental, indispensable para el desarrollo pleno de la persona. En el documento Gravissimum Educationis del Concilio Vaticano II, se declara que “todos los hombres de cualquier raza, condición y edad, por poseer la dignidad de persona, tienen derecho inalienable a una educación que responda a su propio fin, se acomode a su carácter, sexo, cultura y tradiciones patrias” (GE, 1).
La Iglesia subraya que la educación no solo es un derecho, sino también una responsabilidad compartida por la familia, el Estado y la comunidad eclesial. La familia, como “iglesia doméstica”, tiene un papel primordial en la educación de los hijos. Este principio está firmemente arraigado en la enseñanza católica y encuentra eco en las palabras del Papa Pío XI en su encíclica Divini Illius Magistri, donde se afirma que “el derecho y deber de la educación pertenece de modo primario y natural a los padres”.
El magisterio de los Papas ha desarrollado de manera exhaustiva el tema de la educación, destacando su relevancia para la justicia social y la promoción de la paz. El Papa Juan Pablo II, en su encíclica Centesimus Annus, destacó que la educación es un medio esencial para superar las desigualdades y promover la dignidad de cada persona. Por su parte, el Papa Francisco ha insistido en la necesidad de una “educación inclusiva” que promueva la fraternidad y el cuidado del medio ambiente.
«Todos tienen derecho a la educación, nadie debe ser excluido. No puedo dejar de recordar a tantos niños y jóvenes sin acceso a la educación en diversas partes del mundo, que sufren opresión e incluso la guerra y la violencia.» El Papa insta a todos a trabajar en la educación «sin olvidar a nadie. Sensibles a las nuevas exclusiones que genera la cultura del descarte», resaltando la importancia de la «generación de relaciones de justicia entre los pueblos, la capacidad de solidaridad con los necesitados, y el cuidado de la casa común pasarán por el corazón, la mente y las manos de quienes hoy son educados» (Papa Francisco, Mensaje a los participantes de la sesión final del congreso «La Iglesia en la Educación: presencia y compromiso», Madrid, 24 de febrero de 2024).
b) Principios Fundamentales de la Educación Cristiana
El Concilio Vaticano II destaca que la educación cristiana es un derecho universal y esencial para el desarrollo integral de la persona. En este contexto, la Iglesia subraya su deber de ofrecer una educación que conjugue fe, cultura y vida, asegurando la formación moral, espiritual y social de los individuos. La declaración Gravissimus Educationis (1965) resalta que los padres son los principales responsables de la educación, seguidos subsidiariamente por el Estado y específicamente por la Iglesia.
– La Escuela Católica como Sujeto Eclesial
La escuela católica es un espacio donde se armonizan fe, cultura y vida, actuando como una extensión de la comunidad eclesial. Su misión no solo es formar en excelencia académica, sino también evangelizar y transmitir valores cristianos. Esta identidad incluye:
- Libertad educativa: Garantizar a las familias católicas el derecho a elegir una educación acorde a sus principios religiosos y morales.
- Colaboración subsidiaria: Promover la cooperación entre familias, instituciones educativas y la Iglesia.
- Inclusividad: Las escuelas católicas deben ser abiertas a todos los sectores sociales, especialmente a los más vulnerables.
– Dimensión Religiosa de la Educación
La dimensión religiosa de la educación es central en el proyecto pedagógico de las escuelas católicas. Esto incluye:
- Ambiente escolar: Crear un espacio donde los valores evangélicos sean palpables en la vida diaria.
- Enseñanza religiosa: Una asignatura que transmite conocimientos sobre la fe cristiana y su aplicación en la vida, sin imponer adhesión personal.
- Evangelización activa: Proclamar el mensaje evangélico con libertad y respeto por la diversidad.
La enseñanza de la religión no reemplaza a la catequesis, sino que la complementa al ofrecer un enfoque académico sobre la fe y los valores cristianos.
– Educación Inclusiva y Retos Contemporáneos
En un mundo globalizado, neoliberal y secularizado, la educación católica enfrenta diversos desafíos, tales como:
- Consumismo: Promover una educación que fomente la solidaridad y el desapego material.
- Relativismo moral: Defender valores absolutos frente a la cultura del subjetivismo.
- Sociedad convulsionada: Ofrecer un refugio de paz y valores en medio de una realidad marcada por la violencia y la desintegración familiar.
- Medios de comunicación: Contrarrestar la influencia negativa de ciertos contenidos mediáticos con una formación crítica y basada en principios cristianos.
La inclusión implica atender las necesidades de los más pobres, marginados y discapacitados, y ofrecer oportunidades equitativas para todos.
– Laicos y Religiosos en la Educación
La colaboración entre laicos y religiosos es fundamental para el éxito de la educación católica. Ambos tienen la responsabilidad de dar testimonio de fe y formar en valores cristianos. El Concilio Vaticano II reconoció la importancia del laico como parte activa en la educación, especialmente en roles docentes y administrativos. Los religiosos, por su parte, aportan su carisma y experiencia educativa, enriqueciendo el proyecto escolar.
– Formación Integral
La formación en la escuela católica va más allá de lo académico, integrando los aspectos espiritual, moral y social de la persona. Esta educación busca desarrollar ciudadanos comprometidos con la justicia, la paz y el bien común.
– Renovación y Adaptación
Las escuelas católicas están llamadas a una renovación valiente y creativa, adaptándose a las nuevas necesidades educativas sin perder su identidad. Esto incluye:
- Innovación pedagógica: Incorporar nuevas metodologías y tecnologías para mejorar la calidad educativa.
- Atención personalizada: Diseñar programas que respondan a las necesidades específicas de los estudiantes.
- Formación continua: Garantizar el desarrollo profesional y cristiano del personal docente y administrativo.
– Desafíos Específicos
Entre los principales desafíos que enfrenta la educación católica se encuentran:
- Mantener la identidad cristiana en un entorno secularizado.
- Promover el diálogo interreligioso e intercultural.
- Responder a las críticas que acusan a las escuelas católicas de ser elitistas o excluyentes.
- Superar la desmotivación y frustración de algunos educadores ante los problemas sociales y educativos actuales.
A pesar de estas dificultades, las escuelas católicas tienen la oportunidad de ser faros de esperanza y lugares de transformación, contribuyendo al desarrollo de una sociedad más justa y solidaria.
Desde una perspectiva católica, la educación es mucho más que la transmisión de conocimientos; es un proceso integral que busca formar personas completas, capaces de amar a Dios, al prójimo y de transformar el mundo según los valores del Evangelio. Al reconocer la educación como un derecho fundamental y un deber compartido, la Iglesia llama a todos los fieles a comprometerse activamente en la construcción de sistemas educativos justos y solidarios que promuevan la dignidad humana y el bien común.
Hoy se vive una “catástrofe educativa”. Y no es exageración. A causa de las guerras, las migraciones y la pobreza, unos 250 millones de niños y niñas carecen de instrucción.
Todos los niños y los jóvenes tienen derecho a ir a la escuela, sin importar su situación migratoria.
La educación es una esperanza para todos: puede salvar a los migrantes, a los refugiados, de la discriminación, de las redes de delincuencia y de la explotación… ¡Tantos menores explotados! Y ayudarlos a integrarse en las comunidades que los estén acogiendo.
La educación nos abre puertas a un futuro mejor. Y así, los migrantes y refugiados pueden contribuir a la sociedad, ya sea en su nuevo país o en su país de origen, si deciden regresar.
Papa Francisco, enero 2025
La educación desde una perspectiva vicenciana
San Vicente de Paúl y Santa Luisa de Marillac vieron en la educación una poderosa herramienta para combatir la pobreza y transformar la sociedad. La espiritualidad vicenciana, basada en el servicio a los más pobres, considera la educación como una forma de promover la justicia social.
Para los vicencianos, la educación no solo consiste en transmitir conocimientos, sino en formar corazones sensibles al sufrimiento de los demás. La pedagogía vicenciana enfatiza el desarrollo integral del estudiante, incluyendo su dimensión espiritual, y busca fomentar valores como la humildad, la caridad y el servicio.
En 1633, al fundarse la Compañía de las Hijas de la Caridad, San Vicente y Santa Luisa establecen como fin de la misma el servicio a los pobres y necesitados, y dejan claro que uno de los servicios urgentes y preferentes que deben ser atendidos es la educación:
«Las ursulinas atienden al prójimo instruyendo y recibiendo alumnas; pero lo hacen para los casos ordinarios, mientras que vosotras tenéis que instruir a los pobres en todas partes y siempre que tengáis ocasión, no sólo a los niños que van a la escuela, sino en general a todos los pobres a quienes asistís» (SVP ES IX/2, 765).
En 1641 Santa Luisa de Marillac organiza la primera escuela vicenciana de París en el arrabal de San Dionisio y, anexa, la primera Escuela para la formación de maestras como servicio popular. Por orden de la autoridad competente tuvo que poner en la puerta la siguiente inscripción: «Aquí tenemos pequeñas escuelas. LUISA DE MARILLAC, maestra de escuela que enseña el servicio, a leer, escribir, y hacer letras, la gramática» (Margaret Flinton: Luisa de Marillac y el aspecto social de su obra, Salamanca 1974, p. 149).
Para entonces ya eran 13 las escuelas parroquiales dirigidas por las Hijas de la Caridad fuera de París, más la recientemente creada en el arrabal de San Dionisio. Urgía crear una escuela para la formación de las maestras. Y así se hizo. Hasta ese momento las Hermanas acudían a Las Ursulinas para formarse. En adelante podían ya formarse en su propia escuela dirigida por Luisa de Marillac, su fundadora y excelente pedagoga.
Pocos años después, en 1646, Luisa piensa en un reglamento común para todas las escuelas, con un método propio: el vicenciano, porque fue supervisado y aprobado por San Vicente de Paúl.
«Las señoras de la Caridad tendrán una gran preocupación y deseo de la salvación de las almas de los pobres, ayudándoles tanto con sus oraciones como con sus pequeñas instrucciones; harán todo lo que puedan para que de este modo Dios sea honrado también en las otras familias de la parroquia y que, a ser posible, haya también una maestra de escuela encargada de enseñar convenientemente a los pobres» (SVP ES X, 670).
A Santa Luisa la preocupaba mucho la formación de las maestras y maestros de sus escuelas. Por eso escribió un Catecismo y el primer Manual o Reglas para las maestras de Escuela. Hay que tener en cuenta que en 1660, año de la muerte de los fundadores de la Compañía, San Vicente de Paúl y Santa Luisa de Marillac, ya había en Francia 35 escuelas vicencianas, 12 en París y 23 fuera de la capital, más dos en Polonia, una en Cracovia y otra en Varsovia.
Desde la época de San Vicente y Santa Luisa hasta los días de hoy, muchas cosas en la educación han cambiado y siguen cambiando. Necesitamos reinterpretar el testimonio educativo de San Vicente y Santa Luisa, a la luz de las necesidades de la realidad actual y de la evolución de la pedagogía. En esta relectura, podemos ver algunos retos para la educación vicentina de hoy:
- De una educación entendida como obra de caridad, es necesario pasar a una educación entendida como derecho de la persona.
- El derecho de todos a la educación puede y debe ser impregnado por el espíritu de caridad cristiana, con actitudes de amor, compasión y gratuidad.
- La destinación de la educación vicentina a los pobres, exige una educación en la opción por los pobres. Acogida solidaria, cultivo de relaciones fraternales, tener al pobre como sujeto y no como objeto, práctica pedagógica liberadora, compromiso afectivo y efectivo con los pobres, etc., constituyen características fundamentales del modo de ser de la educación vicentina.
- San Vicente y Santa Luisa partieron de la realidad concreta de la vida de los pobres, y nos animan hoy a buscar una educación encarnada en la vida y en la cultura de los pobres.
- Siendo los pobres nuestros maestros, la educación vicentina debe desarrollarse en colaboración con ellos, a través de un movimiento recíproco de dar y recibir, de intercambio de conocimientos, de reciprocidad y solidaridad.
- San Vicente y Santa Luisa desarrollaron un trabajo colectivo, creativo y participativo, y de esta manera debe ser la educación vicentina.
- San Vicente y Santa Luisa, con conceptos y recursos de su tiempo, dieron lo mejor de sí mismos en la educación de los pobres, y hoy eso significa buscar una educación de calidad humana y pedagógica.
- En continuidad con los objetivos de las Pequeñas Escuelas, la educación vicentina debe ser integral, sin olvidar la dimensión religiosa y el cultivo de la fe.
Muchas ramas vicencianas han establecido numerosas escuelas y centros educativos, especialmente en áreas marginadas. Estas instituciones no solo ofrecen educación académica, sino también acompañamiento humano y espiritual, garantizando que ningún niño quede excluido.
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La educación es más que un derecho; es un bien esencial para la humanidad. Desde la perspectiva vicenciana, educar es una forma de evangelizar y transformar el mundo. En un contexto global lleno de desigualdades, es urgente redoblar esfuerzos para garantizar una educación inclusiva, equitativa y de calidad para todos.
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