Un pastor entre los que sufren: el viaje del Padre Tomaž Mavrič a una Ucrania devastada por la guerra
Un viaje de solidaridad y esperanza
Del 10 al 22 de marzo de 2025, el Padre Tomaž Mavrič, Presidente de la Junta de la Familia Vicenciana y Superior General de la Congregación de la Misión, se embarcó en una misión de solidaridad y acompañamiento espiritual a Ucrania. En un país que sigue sufriendo las consecuencias de la guerra, su presencia entre las comunidades vicencianas y las personas a las que sirven fue un poderoso signo de esperanza y de fe inquebrantable. Su visita no fue meramente simbólica, sino profundamente pastoral, ya que trató de fortalecer a quienes continúan dedicando sus vidas a servir a los más vulnerables.
Durante casi dos semanas, el Padre Mavrič viajó por diferentes regiones de Ucrania, reuniéndose con los sacerdotes vicencianos, las Hijas de la Caridad, los voluntarios laicos y las personas directamente afectadas por la guerra. En todos los encuentros escuchó historias de sufrimiento, pero también de perseverancia y coraje. En iglesias dañadas por las bombas, refugios improvisados y encuentros de oración, se encontró con un pueblo que se niega a dejarse doblegar por la guerra, una comunidad que sigue extendiendo sus manos compasivas a pesar de los retos a los que se enfrentan cada día.
El contexto de la guerra en Ucrania
Desde 2022, Ucrania está inmersa en una guerra constante tras la invasión a gran escala de las fuerzas rusas. Lo que inicialmente aparentaba ser una rápida campaña militar se ha convertido en un conflicto prolongado y devastador, con catastróficas consecuencias humanitarias. Las ciudades han quedado reducidas a escombros, millones de personas han sido desplazadas e innumerables familias han quedado destrozadas. La guerra no sólo se ha cobrado vidas, sino que también ha trastornado el tejido económico y social del país, obligando a las comunidades afectadas a luchar por su supervivencia.
En medio de estas dificultades, Ucrania ha demostrado una notable capacidad de resiliencia. Los voluntarios, las organizaciones humanitarias y las comunidades religiosas han desempeñado un papel crucial en la prestación de ayuda de emergencia, refugio, asistencia médica y apoyo psicológico a los afectados. La guerra ha puesto a prueba los límites de la resistencia, pero también ha revelado la extraordinaria capacidad de las personas para unirse y apoyarse mutuamente. La Familia Vicenciana ha sido una parte esencial de esta red humanitaria, permaneciendo al lado de los que sufren y proporcionando ayuda práctica, así como aliento espiritual.
El Padre Mavrič: Un líder comprometido en el servicio
El padre Tomaž Mavrič, nacido en Argentina de padres eslovenos, ha consagrado su vida al carisma vicenciano, que pone su acento en el servicio a los pobres y los marginados. Desde su elección como Superior General de la Congregación de la Misión en 2016, ha trabajado constantemente por intensificar el compromiso vicenciano con los más vulnerables. Su liderazgo está marcado por un fuerte énfasis en la presencia: estar físicamente con los que sufren, escucharlos y animarlos.
Su visita a Ucrania fue un reflejo de este enfoque pastoral. No permaneció en la seguridad de la observación distante, sino que entró directamente en la realidad cotidiana de quienes viven el conflicto. Visitó comunidades que siguen bajo la amenaza de los ataques aéreos, se reunió con familias desplazadas que buscan refugio en centros vicencianos, y rezó con los que han perdido a sus seres queridos en la guerra. Su mensaje fue de esperanza, recordando a aquellos con los que se reunió que no están solos, que la Familia Vicenciana y la Iglesia mundial se solidarizan con ellos.
La misión de la Familia Vicenciana en Ucrania
La Familia Vicenciana, inspirada por las enseñanzas de san Vicente de Paúl, se ha involucrado de lleno en el trabajo humanitario en Ucrania. Incluso antes de la guerra, los vicencianos estaban implicados en ministerios al servicio de los pobres, los enfermos y los sin techo. Desde el estallido del conflicto, su misión se ha extendido e incluye:
- Proporcionar refugio de emergencia a los desplazados por los combates. Muchas instituciones vicencianas han abierto sus puertas a los refugiados, ofreciéndoles un lugar seguro donde alojarse, alimentos y apoyo emocional.
- Distribuir alimentos y suministros médicos en zonas devastadas por la guerra, donde el acceso a las necesidades básicas es escaso. Los voluntarios han arriesgado sus vidas para llevar ayuda a aldeas remotas y comunidades de primera línea.
- Ofrecer apoyo psicológico y espiritual a quienes sufren traumas. Muchas personas, especialmente la infancia, se han visto profundamente afectadas por los horrores de la guerra, y los vicencianos han procurado ofrecer asesoramiento y momentos de paz a través de la oración y el acompañamiento.
- Organizan programas educativos para garantizar que los niños y los jóvenes puedan seguir formándose a pesar de los trastornos causados por la guerra.
Durante su visita, el Padre Mavrič fue personalmente testigo de estos esfuerzos y expresó su profunda admiración por los vicencianos que han decidido permanecer en Ucrania a pesar de los peligros. Muchos sacerdotes, religiosas y laicos vicencianos han decidido no abandonar sus comunidades, incluso en zonas que siguen sufriendo bombardeos. Su compromiso inquebrantable es un testimonio del espíritu vicenciano de servicio, que les impulsa a acompañar a los pobres, incluso en las circunstancias más difíciles.
Fe que vence al miedo
Uno de los aspectos más impactantes de la visita del padre Mavrič fueron sus encuentros con los fieles locales. Ante la guerra, muchas personas han encontrado consuelo en su fe, reuniéndose en iglesias -a veces parcialmente destruidas- para rezar por la paz. Incluso en las situaciones más difíciles, el poder de la oración comunitaria ha dado fuerza a quienes de otro modo podrían sentirse abandonados.
En conversaciones con sacerdotes y líderes laicos, el padre Mavrič escuchó relatos de primera mano de personas que lo han perdido todo pero siguen aferradas a la esperanza. Conoció a madres que han enterrado a sus hijos pero siguen trabajando como voluntarias en comedores sociales. Habló con niños que ya no tienen casa pero siguen soñando con un futuro sin guerra. Rezó con feligreses ancianos que se niegan a abandonar sus pueblos, a pesar del riesgo, porque se sienten llamados a ser pilares de la fe para los que se quedan.
Su visita fue un recordatorio de que la Iglesia no es una mera institución, sino un cuerpo vivo que camina con su pueblo, especialmente en tiempos de sufrimiento. La presencia de la Familia Vicenciana en Ucrania es un ejemplo concreto de cómo la fe puede traducirse en acción, de cómo la oración debe ir siempre acompañada de obras de caridad y justicia.
Una llamada a la solidaridad mundial
A lo largo de su viaje, el Padre Mavrič hizo hincapié en la necesidad de un apoyo internacional continuado a Ucrania. Hizo un llamamiento a la Familia Vicenciana mundial y a todas las personas de buena voluntad para que no olviden el sufrimiento en Ucrania y adopten iniciativas concretas para ayudar. Ya sea a través de ayuda financiera, oraciones o apoyo, todos los esfuerzos son importantes.
La guerra en Ucrania no es sólo una crisis regional; es un desastre humanitario que exige una respuesta global. La Familia Vicenciana ha demostrado que la fe puede mover a la gente a la acción, pero las necesidades siguen siendo inmensas. Mientras el conflicto continúe, la solidaridad no debe decaer.
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La visita del Padre Tomaž Mavrič a Ucrania no fue sólo una misión pastoral, sino un profundo gesto de compañía y compromiso. Su presencia entre la gente, sus palabras de aliento y su profundo aprecio por aquellos que sirven en primera línea de la caridad han dejado un impacto duradero. El trabajo de la Familia Vicenciana en Ucrania es un testimonio de fe en acción, un poderoso recordatorio de que incluso en los tiempos más oscuros, el amor y el servicio pueden brillar como faros de esperanza.
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