“Llevará el título de Hijo del Altísimo”

Is 7, 10-14; Sal 39; Hb 10, 4-10; Lc 1, 26-38.

Estoy mirando, desde donde estoy sentado, una estrella en el cielo; brilla mucho. La ciencia me dijo que esa estrella se apagó miles de años antes de que yo llegara a esta vida y me pregunto ¿creo en Dios?

¿Creo que esa estrella está ahí porque Dios diseñó la vida y esa masa de energía quemándose y girando a infinitas velocidades es parte de esto? ¿Creo que Dios teje una relación entre esa estrella y yo? ¿Por qué?

Y si eso me asombra, después viene a mí la consciencia de que Dios no solo pensó la estrella y su relación conmigo, sino que Él se encarnó en un ser como yo. ¿Qué es eso? ¿Cómo puedo vivir creyendo en Dios y que ello no me afecte?

Aunque Dios dijera: –No me respondas, no hice nada de esto que hoy reconoces para convencerte de algo. Resulta que Dios es lo más definitivo de nuestra vida, no podemos quedar impasibles ante esto.

La Fiesta de la Anunciación es un momento para contemplar este misterio hermoso de un Dios que no me necesita y que sin embargo se hace ser humano para entenderme y salvarme desde dentro de mi propia realidad.

Fuente: «Evangelio y Vida», comentarios a los evangelios. México.
Autor: P. Armando González Meneses C.M.