Al hijo de María se le ha puesto por nombre Jesús. Pues él ha venido no para juzgarnos, sino para salvarnos de nuestros pecados.
No se sabe por qué se le contó a Jesús el acto bárbaro y sacrílego de Pilato contra unos galileos. Pero sin importar el por qué, el evangelio de hoy enseña que hemos de arrepentirnos para que Jesús pueda salvarnos.
Y arrepentirnos es, en primer lugar, admitirnos pecadores. Pues, como lo llegó a saber Moisés, nadie es santo ante Dios. Saber que pecamos quiere decir también no hacer lo que el fariseo que se cree mejor que los demás.
Por lo tanto, hemos de dejar de creer que Dios castiga a los pecadores con muertes violentas y desgracias. Esta forma de creer será tomarnos por mejores que tales muertos y desgraciados. Y es juzgar a los demás.
Pero Dios no reparte aquí y allá enfermedades, accidentes o desgracias para castigar los pecados de sus hijos e hijas. Pues se muestra muy comprensivo y paciente. Después de todo, se acuerda de que somos barro. Y es cual un viñador que no pierde la esperanza de que un día daremos el fruto que pide la conversión.
Arrepentirnos, pues, quiere decir también tener la paciencia y la comprensión de Dios. Lograremos así pensar y actuar al igual que él.
Y quiere él además que nos arrepintamos de modo que abramos el corazón y la mano a los desgraciados. En lugar de criticarlos y echarles la culpa, les hemos de asistir de todas las formas. Y hacer que los demás les asistan así también. De este modo, predicaremos a los pobres la Buena Noticia de palabra y de obra (SV.ES XI:393).
Es decir, arrepentirnos es seguir a Jesús para vivir y morir en el servicio de los pobres. Estaremos seguros así de que él podrá salvarnos (SV.ES III:359).
Señor Jesús, ayúdanos a ayudar a los demás a pasar del gozo y la luz por el dolor a la gloria. Vivimos porque nos nutres con tu cuerpo y sangre. Haz que tal comer y beber nos dé fuerzas para nutrir del mismo modo a los demás. Podrás así salvarnos de verdad de nuestros pecados, si bien no nos hemos de creer seguros, no sea que caigamos.
23 Marzo 2025
Domingo 3º de Cuaresma (C)
Éx 3, 1-8a. 13-15; 1 Cor 10, 1-6. 10-12; Lc 13, 1-9
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