“Amen a sus enemigos, oren por sus perseguidores”

Dt 26, 16-19; Sal 118; Mt 5, 43-48.

Omar era un joven que había crecido en una familia católica de mucho fervor, con ideas que podían caer en la obsesión. No toleraba a quienes pensaban diferente y sobre todo a quienes criticaban a la Iglesia. En el terremoto del 2017 el edificio donde vivía colapsó dejando sepultada a su hija menor. Un grupo de jóvenes que asistieron al derrumbe pusieron todo su empeño y lograron rescatar a la hija de Omar sana y salva. Él nunca lo supo, pero el joven que rescató a su hija era un ferviente ateo socialista, activo crítico de la Iglesia.

La pregunta que detona este pasaje del evangelio es la siguiente: ¿Si tu salvación estuviera en manos de tus “enemigos” la aceptarías?

Para Jesús no hay acto más religioso que romper las barreras de las diferencias para que entendamos que todos somos hermanos, que en el mundo no hay enemigos porque nosotros no tenemos enemigos. Por quienes oramos se convierten en nuestros prójimos y se derrumban las barreras de enemistad.

¡Cuánta falta nos hace este evangelio, tatuado en nuestra piel, puesto en cada uno de las paredes de nuestros templos religiosos! El cristianismo en la apuesta por integrarnos todos en la construcción de un mundo más humano y por ello un mundo como Dios manda.

Fuente: «Evangelio y Vida», comentarios a los evangelios. México.
Autor: P. Armando González Meneses C.M.