“Con quien tienes pleito busca rápidamente un acuerdo”

Ez 18, 21-28; Sal 129; Mt 5, 20-26.

La estructura, con sus reyes y jerarquías no tiene la capacidad cordial de otorgar el perdón profundo del que el evangelio y Jesús hablan. Ella cuenta con su sistema y lo prefiere a cualquier otra circunstancia; por eso, en ella lo que es «don de Dios» se convierte en materia de negociación, lo que es pura misericordia, se transforma en modos y chantajes. Pero en Jesús es otra cosa, ahí es pura bondad.

Dios es puro don y pura misericordia y la tarea del reino comienza desde esa condición. Humildemente creo que no hay que ganarse nada, porque todo está dado. Lo que hay, quizá, es la necesidad de hacernos conscientes de este «Principio de Misericordia» que sostiene lo fundamentalmente vital y que nos mueve a vivir desde esta novedad para discernir lo profundo de la creación, toda ella don de Dios.

Aceptar el evangelio es aceptar que soy hombre de perdón. Entonces podemos dar paso al acontecer ritual que es siempre un NO al sistema que en vez de perdonar culpa. Los gestos validados son el encuentro de cuantos nos ofendemos para poner en Dios el juicio que nosotros no podemos llevar a cabo. He aquí el gesto más importante del perdón: Nadie se excluye, todos escuchamos y comemos reconciliadamente como hermanos.

Fuente: «Evangelio y Vida», comentarios a los evangelios. México.
Autor: P. Armando González Meneses C.M.