“Traten a los demás como quieren ser tratados”
Est 4, 17 y ss; Sal 137; Mt 7, 7-12.
Muy a menudo parece que la vivencia de la fe es un reto casi imposible de realizar. Uno mira a los grandes santos de la historia y siente cómo el peso de sus vidas es demasiado grande. Los hay de todo tipo. Simeón, por ejemplo, que vivió más de treinta años sobre una columna. Ignacio de Antioquía supo que sería martirizado en el coliseo romano como alimento para las bestias y espectáculo para los ciudadanos. Josefina Bakhita vivió una serie de abusos sobre su persona y su dignidad.
Si seguimos así, los ánimos y el músculo cristiano podría desaparecer. Pero hemos de tomar consciencia de que para Jesús existen únicamente dos condiciones que nos conducen por los caminos del Espíritu: Perseverar en la oración y tratar a los demás como queremos ser tratados nosotros.
Interioridad y bondad son los rasgos de la vida cristiana, son el germen de la santidad que después deberá vivirse en las diferentes realidades que nos toca afrontar. Santidad no es sinónimo de superioridad sino de interioridad y bondad.
Esta Cuaresma es un tiempo de gracia para crecer en santidad.
Fuente: «Evangelio y Vida», comentarios a los evangelios. México.
Autor: P. Armando González Meneses C.M.
0 comentarios