“Aquí hay alguien mayor que Jonás”

Jon 3, 1-10; Sal 50; Lc 11, 29-32.

Jesús tilda de malvada a esa generación que le pide señales para comprobar que él es Dios. Esta es una tentación que sobrevive hasta nuestros días.

Hacer depender a la divinidad de las cosas que puede realizar es un riesgo muy grande, porque podemos vivir la experiencia de fe no como un acto de gracia sino como un acto de negociación. Negociar con Dios es en extremo peligroso, porque nos hace ponernos en un lugar que no nos corresponde.

La señal de Jonás es un anuncio de destrucción y no es una amenaza de Jesús; es, ante todo, una consecuencia de querer estar por encima de Dios, de hacer de Dios algo que podemos manejar a nuestro antojo. ¡Cuántas ocasiones hemos escuchado a personas que abandonan la fe porque Dios no cumplió sus expectativas!

El camino de la Cuaresma nos invita a poner cada cosa en su lugar, a dejar a Dios ser Dios y buscar el lugar que nos corresponde en el mundo del que somos parte, siendo conscientes de que tenemos un lugar especial, pero que no somos el centro de la existencia.

Fuente: «Evangelio y Vida», comentarios a los evangelios. México.
Autor: P. Armando González Meneses C.M.