“Vengan benditos de mi Padre, reciban el reino”
Lv 19, 1-2, 11-18; Sal 18; Mt 25, 31-46.
Julián era un paramédico que gastaba mucho de su tiempo en el servicio de voluntariado en un cuerpo de emergencias del Estado de Puebla. Vivía para sus guardias; siempre terminaba sus labores y llevaba buen promedio en la universidad, para no tener que dejar su pasión. Cuando le pregunté ¿qué ganaba por su labor?, me contestó: –No lo hago por ganar algo, es que yo no sé otra forma de vivir que no sea ésta.
El evangelio que hoy se proclama es conocido como “el juicio final o de las naciones”, nombre que lleva por su referencia a un acontecimiento final. Este texto se ha entendido durante un largo tiempo como que el hecho de hacer cosas buenas te conduce a la salvación y, por el contrario, hacer cosas malas te lleva a la perdición. Pero si ponemos atención, la realidad es otra. Lo que elogia Jesús de los hombres buenos y lo que condena de los malos no son sus actos en sí, sino la disponibilidad para llevarlos a cabo, casi sin darse cuenta.
Como Julián, los hombres y mujeres buenos viven la salvación porque está en su naturaleza ser así. La bondad es algo natural al hombre y así debe entenderse.
Fuente: «Evangelio y Vida», comentarios a los evangelios. México.
Autor: P. Armando González Meneses C.M.
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