“¿Qué he de hacer para tener en herencia vida eterna?”
Sir 17, 20-28; Sal 31; Mc 10, 17-27.
Jorge era un pequeño del barrio que odiaba prestar sus cosas, era hijo único y había aprendido desde muy pequeño que las cosas son su propiedad y que, al ser de uno, no pueden ser de otro. Los otros niños del barrio, que habían nacido en medio de familias más nutridas, sabían lo necesario y lo exigente de compartir, pero también conocían el disfrute que hay en todo ello.
En el evangelio de hoy nos encontramos ante la pregunta más importante de la vida. A menudo limitamos la religiosidad al ámbito de las cosas de esta vida. Pero hay que tener siempre presente que Jesús y su mensaje apuntan hacia algo más. Esto no significa que este mundo no importe, al contrario, la invitación a vender todo y dárselo a los pobres es una muestra clarísima de que a Jesús le importa mucho lo que aquí sucede.
Lo que este evangelio nos está señalando es que esta vida y las relaciones de justicia que construimos, son imagen de la vida eterna. Es una invitación de primer orden a derribar las barreras del egoísmo.
Al joven de este relato lo que más le dolió fue que debía deshacerse de lo que consideraba suyo para dárselo a quienes no habían trabajado por ello.
Fuente: «Evangelio y Vida», comentarios a los evangelios. México.
Autor: P. Armando González Meneses C.M.
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