Carta de Cuaresma 2025 del P. Tomaž Mavrič, CM, a la Familia Vicenciana

por | Mar 3, 2025 | Cuaresma, Featured, Formación, Reflexiones | 0 Comentarios

Roma, 5 de marzo de 2025

Miércoles de Ceniza

A los miembros de la Familia vicenciana

Carta de Cuaresma
«¡Cuando nos sentimos totalmente abandonados, nuestro jardín comienza a producir las flores más hermosas jamás imaginadas!»
¡SUPERVIVIENTE!

Queridos miembros de la Familia vicenciana,

¡La gracia y la paz de Jesús estén siempre con nosotros!

Los Supervivientes es el título de una película estrenada en 1993, basada en la historia real de un equipo de rugby uruguayo que, acompañado de familiares y amigos, volaba a Chile para disputar un partido. El avión se estrelló en los Andes el viernes 13 de octubre de 1972.


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Al sobrevolar los Andes, al salir de las nubes, el avión encontró turbulencias y chocó contra una montaña. Las alas y la cola se desprendieron del fuselaje, que rodó por una pendiente antes de detenerse. Seis pasajeros y un asistente de vuelo fueron expulsados del avión y murieron. Otras seis personas murieron rápidamente, entre ellas los dos pilotos. Los supervivientes se refugiaron en el fuselaje y se acurrucaron unos contra otros para calentarse. Dos pasajeros murieron durante la noche. Sin nada que cazar o recolectar en la montaña, uno de los supervivientes declaró que racionarían una caja de bombones y una caja de vino que habían encontrado.

Más tarde, durante la semana, una avalancha se abatió sobre el avión y llenó de nieve gran parte del interior. Ocho de los supervivientes murieron asfixiados por la nieve. Los 22 supervivientes restantes se vieron obligados a permanecer en el interior del avión cuando se dieron cuenta de que fuera había una tormenta de nieve. A lo largo de las semanas siguientes morirían otros seis pasajeros.

Uno de los supervivientes, que viajaba con su madre y su hermana, recobró la conciencia. Después de enterarse de la muerte de su madre, cuidó atentamente de su hermana. Unos dos meses después del accidente, sabiendo que ella moriría a causa de sus heridas en los días siguientes, se juró a sí mismo marcharse a pie y encontrar una manera de salir de las montañas. Otro pasajero lo acompañó.

Después de una caminata de 12 días con temperaturas bajo cero y con ropa y calzado inadecuados, los dos hombres alertaron a las autoridades sobre la ubicación de sus compañeros. Dos helicópteros, uno de los cuales llevaba a los dos supervivientes, sobrevolaron sobre ellos, llevando a los otros 14 supervivientes a celebrar su rescate inminente. De las 45 personas que estaban a bordo del avión, solo sobrevivieron 16, después de 72 días en un frío glacial que alcanzaba los -40 grados bajo cero

Al ver la película Los Supervivientes y al releer recientemente las notas que había tomado después de verla varias veces hace casi 30 años, entendí lo que expresa el título de la carta de Cuaresma de este año: «¡Cuando nos sentimos totalmente abandonados, nuestro jardín comienza a producir las flores más hermosas jamás imaginadas!».

A pesar del abandono total que sintieron los supervivientes después del accidente y a medida que pasaban los días sin señales de esperanza, Alguien estuvo siempre allí para ayudarlos lentamente a comprender y ver la realidad que vivían desde una perspectiva diferente, como lo expresaron los supervivientes en algunas entrevistas. «Ahora bien, está el Dios del que me hablaron en la escuela, y está el Dios que está oculto por lo que nos rodea en esta civilización. Es el Dios que conocí en la montaña». «Fueron dos meses y medio de un largo retiro espiritual». «Momentos de desesperación, palabras y pensamientos vulgares, destellos de lo absurdo de la vida, decepciones, Jesús nos condujo gradualmente por el camino de la luz, al encuentro con el Dios vivo». «Dios te salve María, llena eres de gracia, el Señor es contigo… Cuántas veces, congelados por temperaturas bajo cero, rezamos juntos, jóvenes, deportistas, llenos de vida y de sueños, y comenzamos a profundizar nuestra fe construyéndola sobre Dios». «Jesús nos hablaba. Cuántas veces lo sentimos en el amanecer y el atardecer, a través de las noches claras, cuando la luna llena derramaba su luz ante nuestros ojos, su presencia misteriosa a través de la majestuosidad de las montañas, la realidad continua del hielo y la nieve a nuestro alrededor, las tormentas de nieve y las avalanchas. Jesús nos hablaba y comenzamos a entender lo que quería comunicar». «Comenzamos a entender a Jesús, a pesar de las continuas muertes de familiares y de amigos ante nuestros ojos, ¡habíamos llegado al momento que llamamos una experiencia mística!». Pasaron de un sentimiento de abandono total al jardín interior que comenzó a hacer crecer las flores más hermosas jamás imaginadas.

Como los supervivientes de ese accidente aéreo en los Andes, san Vicente de Paúl, místico de la Caridad, después de una experiencia personal con Jesús, comenzó a cultivar en su propio jardín cinco hermosas flores que le llevaron a una «experiencia mística». Estas flores se llaman: la sencillez, la humildad, la mansedumbre, la mortificación y el celo por la salvación de las almas.

Vicente llamó a estas cinco hermosas flores de nuestro jardín. «las cinco piedras limpísimas» (Reglas comunes XII, 12), en referencia a las piedras con las que David venció a Goliat. David representa el bien, todo lo que viene de Dios, y Goliat representa el mal, nuestras tentaciones, nuestro egocentrismo, todo lo que intenta luchar contra Jesús e ignorarlo. Las cinco hermosas flores, las cinco piedrecillas de David, las cinco virtudes se convierten en parte de los fundamentos de la peregrinación de fe de Vicente, lo que nosotros hoy llamamos la espiritualidad vicenciana.

Los supervivientes fueron guiados por el mismo Jesús a través de un retiro espiritual de 72 días y, después de sentirse totalmente abandonados, comenzaron a adquirir las cinco virtudes al ponerse entre las manos de Jesús y abrirse a la «experiencia mística».

Cuando la única comida de la que disponían en el avión, chocolate y vino, se agotó, los supervivientes se enfrentaron a un gran dilema, al que nunca antes se habían enfrentado: ¿deberían comenzar a comer la carne de los muertos para mantenerse vivos y recuperar fuerzas para sus cuerpos totalmente agotados y debilitados? Después de muchos debates, de una repulsión física, de dudas, las cinco flores del jardín de cada uno comenzaron a florecer.

La flor de la sencillez, que nos permite ser y presentarnos ante los demás tal como Jesús sueña que seamos, sin vergüenza ni sentimiento de inutilidad. «¡Oh, la sencillez, que no tiene más mira que la de Dios, que rechaza todo motivo que no sea Dios!» (Sígueme XI/4, 591).

La flor de la humildad, por la cual reconocemos y aceptamos con alegría que nosotros, como seres humanos, no somos todopoderosos, omniscientes o capaces de realizar todo lo que queremos, sino que está Jesús, quien tiene la última palabra y que sabe mejor que nosotros.« La humildad consiste en anonadarse ante Dios y en destruirse a sí mismo para agradar a Dios en el corazón sin buscar la estima y la buena opinión de los hombres, y en combatir continuamente todos los impulsos de la vanidad» (Sígueme XI/4, 586-587).

La flor de la mansedumbre, que florece cuando nos damos cuenta de que cualquier comportamiento opuesto a la mansedumbre no puede llevar a nada bueno, sino que trae tanta discordia, sufrimiento y dolor. «La mansedumbre no solamente nos hace excusar las afrentas e injurias que recibimos, sino que incluso pide que tratemos mansamente a quienes nos maltratan, con palabras amigables…» (Sígueme XI/3, 479).

La flor de la mortificación, por la cual renunciamos a las cosas y personas a las que estamos apegados de manera perniciosa y ofrecemos nuestros propios momentos de prueba, nuestros dolores y nuestras luchas para ayudar a los demás en situaciones mucho más difíciles. «En efecto, somos mucho más susceptibles ante el dolor que ante el placer, y se siente mucho más la espina de la rosa que su olor. El medio para igualar esa disparidad consiste en abrazar de la misma gana aquello que mortifica a la naturaleza de lo que la despoja de aquello que le gusta, e inclinar el corazón al sufrimiento mediante la consideración del bien que nos proporciona, manteniéndose pronto a recibirlo para que, cuando llegue, no nos veamos sorprendidos ni entristecidos» (Sígueme IV, 50).

La flor del celo por la salvación de las almas, para que cada ser humano en el mundo pueda un día alcanzar el cielo. «El celo es la quinta máxima, que consiste en un puro deseo de hacerse agradable a Dios y útil al prójimo. Celo de extender el reino de Dios, celo de procurar la salvación del prójimo. ¿Hay en el mundo algo más perfecto? Si el amor de Dios es fuego, el celo es la llama; si el amor es un sol, el celo es su rayo. El celo es lo más puro que hay en el amor de Dios» (Sígueme XII, 589).

Los dieciséis jardines de los dieciséis supervivientes, cada uno con las cinco flores más hermosas jamás imaginadas, prepararon el momento en que no solo aceptaron comer la carne de los pasajeros muertos para mantenerse vivos, sino que su aceptación fue mucho más allá, tocando el corazón de su fe e imitando a Jesús. Como Jesús ofreció su cuerpo y su sangre para que nosotros pudiéramos permanecer vivos y vivir, así nosotros debemos dar nuestra carne y nuestra sangre a los demás para permanecer vivos y vivir. «Por lo que se refiere a las razones para que veamos la realidad del cuerpo y de la sangre de nuestro Señor en este sacramento, no hay más que considerar lo que se nos dice en san Juan: «Esto es mi cuerpo, ésta es mi sangre; el pan que doy, es mi propio cuerpo; el vino que os doy, es mi sangre». Nadie duda de esta verdad más que los herejes, que se empeñan en entenderla en otro sentido. Nuestro Señor mismo nos lo asegura, incluso mediante juramento, pues dice que el que no coma su carne y beba su sangre no tendrá la vida eterna» (Sígueme XI/3, 106-107).

Llegaron a un acuerdo común no solo para comer la carne de aquellos que ya habían muerto, sino también para ofrecer juntos su propio cuerpo como alimento si debían morir, para que otros pudieran permanecer vivos y vivir. Se convirtió en una «¡comunión mística, una experiencia mística!».

Ahora que entramos en Cuaresma, les sugiero, si es posible, ver la película Los Supervivientes, disponible en línea para quienes tienen acceso a Internet, o leer el libro escrito sobre esta experiencia, para ayudarnos a orar, reflexionar y meditar durante nuestra preparación a la Pascua.

Un grupo de supervivientes regresó a continuación al sitio del accidente y enterró lo que quedaba de los cuerpos bajo un montón de piedras, marcado con una cruz en memoria de las 29 personas fallecidas y de los 16 supervivientes: ¡Un solo cuerpo en Jesucristo! ¡Amén!

Su hermano en san Vicente,

Tomaž Mavrič, CM
Superior General

 

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Etiquetas: Cuaresma 2025

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