“Todo lo ha hecho bien, hace oír a los sordos y hablar a los mudos”

Gén 3,1-8; Sal 31; Mc 7, 31-37.

El texto evangélico se refiere al episodio de la sanación milagrosa de un sordomudo realizada por Jesús. Él realiza diferentes gestos: apartarlo de la multitud, poner los dedos en las orejas del sordomudo y con la saliva tocarle la lengua. Y después levanta su mirada al cielo y suspirando pronuncia una sola palabra definitiva: «Effetá», que significa «Ábrete». Y en seguida el hombre fue sanado: se le abrieron los oídos, se soltó la atadura de su lengua.

Jesús nos muestra el secreto de un milagro que podemos repetir también nosotros, convirtiéndonos en protagonistas del «Effetá», con el que Él dio de nuevo la palabra y el oído al sordomudo. Se trata de abrirnos a las necesidades de

nuestros hermanos que sufren y necesitan ayuda. Es precisamente el corazón lo que Jesús ha venido a «abrir», para que podamos escuchar la voz de Dios, la voz del Amor que habla a nuestro corazón, y así aprendamos a hablar el lenguaje del amor, traduciéndolo en gestos de generosidad.

Señor, abre mis oídos para entender desde la fe tus enseñanzas, y abre misl abios para que pueda transmitir la sonrisa de tu mensaje a los demás.

Fuente: «Evangelio y Vida», comentarios a los evangelios. México.
Autor: Sor Carolina Flores, H.C.