Fortalecer y atravesar nuestros corazones

por | Feb 13, 2025 | Formación, Reflexiones, Ross Reyes Dizon | 0 Comentarios

Jesús es la Palabra de Dios, la que no deja de fortalecer a los débiles y de hacer ricos a los pobres.  Atraviesa ella también los corazones más duros para sanarlos. 

Están con Jesús los doce apóstoles, muchos discípulos, y mucha gente.  Y él mira a sus discipulos y les predica las bienaventuranzas y los ayes.  Lo que les dice, por supuesto, no puede sino fortalecer a los débiles, a los abatidos, a los pobres.

Mas no quiere decir esto que no les causan asombro las bienaventuranzas y los ayes.  Pues los que se han ajustado al modo de mirar del mundo no toman por lógicas tales bienventuranzas y ayes.  A los ojos del mundo, ser pobre, tener hambre, llorar, ser el blanco del odio, las burlas, la expulsión, es una maldición.   Y ser rico, saciarse, reír, recibir loas de todo el mundo, es una bendición.

Así que las palabras de Jesús sobre las bienaventuranzas y los ayes retan el pensar y el actuar del mundo.  Y ser nosotros sus discípulos quiere decir, pues, fiarnos más de sus palabras que de las del mundo.  Hemos de ser, por lo tanto, como Simón.  Este se fió más de la palabra del Maestro que de su propio conocer sobre el pescar, su trabajo.

Y el fiar de Simón llevó a una redada grande.  No cabe duda de que nuestro fiar llevará a que Jesús nos contagie su saber.  Captaremos así lo sabio que es lo que el mundo toma por loco.

Jesús busca fortalecer a los débiles y hacer ricos a los pobres.  Hiere también a los que cierran sus entrañas a los con necesidad. 

Sabremos, más que nada, ver el ser pobre y el ser rico desde Jesús.  No lo soporta él que un rico haga alarde de su riqueza y que a su puerta se tienda, a la vez, Lázaro.  Este, cubierto de llagas y con ansias de saciarse de las migajas de la mesa del rico.

Claro se nos dice así que no quiere el Padre que un hijo suyo o hija sea pobre.  Esto no lo quiere tampoco Jesús, nuestro hermano.  No, no quiere que un hermano o una hermana se quede atrás pobre.

La dicha, por lo tanto, de los pobres no es por ser pobres ellos.  Es, más bien, por estar Dios del lado de ellos.  Por el amor especial que él les tiene. Pues ellos, más que los demás, le necesitan.  Su amor, su preocupación por ellos, no los puede sino fortalecer.  Llevan así en paz y con paciencia sus pesares y penas; nomurmuran, no se quejan (SV.ES XI:462).  Las palabras de Dios los logran fortalecer, y se hacen pobres ellos como él.  Pues no se reservó a su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros.

Las palabras de Jesús también los logran fortalecer y es por eso que se hacen pobres como él.  Es que, siendo rico, se hizo pobre para hacernos ricos con su pobreza.  Y entregó su cuerpo y derramó su sangre por nosotros.

Pues sí, solo tal amor abnegado puede poner fin al azote de la pobreza y a los ayes de la codicia.

Señor Jesús, no nos dejes de fortalecer, por tus palabras de bienaventuranzas y ayes, y de atravesar nuestros corazones duros.  Concédenos vivir y morir y resucitar al igual que tú. 

16 Febrero 2025
6º Domingo de T.O. (C)
Jer 17, 5-8; 1 Cor 15, 12. 16-20; Lc 6, 17. 20-26

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