“Lo que hace impura a la persona es lo que nace de su propio corazón”
Gén 2,4-9.15-17; Sal 103; Mc 7, 14-23.
Tuvo, Jesús, que hacer frente a diversas formas de fariseísmo en las actitudes y modos de proceder basados en leyes y ritos. Jesús, al enfrentarlas quería advertir esos males que se forman en el corazón del hombre: La mirada que mancha, las palabras que difaman… nos pide estar atentos ya que puede quedar en nuestra conciencia el pesar por el daño que esto causa, en nosotros y en nuestro prójimo.
¿De qué nos hablaría hoy Jesús? A lo mejor no tanto de pureza e impureza, términos no muy comprendidos en nuestros tiempos, sino de la integridad en el obrar, de la honestidad, de hacer lo justo, digno y verdadero. Nos pide vivir sabiendo que somos hijos del AMOR. Que no vivamos en la apariencia, sino en la verdad y en la rectitud de vida.
Es difícil silenciar la verdad honesta cuando brota del corazón de forma natural y espontánea. Lo bueno va por dentro.
Señor Jesús, reconozco que a veces me da pena que tú veas mi corazón, pero también sé que tú puedes cambiarlo; te pido que con tu amor y tu misericordia lo purifiques y lo renueves, lo cambies por uno como el tuyo para que pueda amar de un modo nuevo, como tú nos amas a nosotros.
Fuente: «Evangelio y Vida», comentarios a los evangelios. México.
Autor: Sor Carolina Flores, H.C.
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