Jesús es la Palabra de Dios, la que da mucho fruto y cumple todo lo que a ella se le encarga. Escucharla quiere decir pescar en abundancia.
Se ve que Simón, que se da a pescar para ganarse la vida, recibe de buena gana a Jesús. Hasta le deja subir a su barca y servir de esta como púlpito. Pues desde la barca, apartada un poco de la orilla, enseña el Maestro a la gente. Se trata de la misma gente con hambre de la palabra de Dios. Y por tal hambre, la gente se ha agolpado alrededor de él, estando él a orillas del lago de Genesaret.
Así que Simón y esa gente no son como los paisanos de Jesús. Pues estos, cerrados y exclusivistas, lo rechazaron en la sinagoga de Nazaret. Aquellos, en cambio, reciben a Jesús y le escuchan. Se fían de él y de su palabra. Y pronto se les pone de manifiesto lo eficaz que es la palabra de él.
Es que tras hablar a la gente, él les manda a Simón y a los otros pescadores remar mar adentro. Quiere que echen ellos las redes para pescar. Y al contestar a Jesús, Simón le habla de su labor vana. Mas no deja de añadir: «Pero por tu palabra, echaré las redes». Es decir, el pescador se fía más de la palabra del Maestro que de su propio conocer sobre el pescar. Y tal confianza lleva a una redada tan grande de peces que se comienzan a romper las redes.
Sí, así de eficaz es la palabra de Jesús. Y ante lo asombroso que ella, sólida, santa, verdadera, produce no puede Simón sino caer de rodillas ante él y decir: «Apártate de mí, Señor, que soy un pecador». Tal reacción se parece mucho a la de Isaías ante el Dios glorioso, santo, sólido.
Los pescadores han de pescar a los hombres y las mjures.
Mas así como no pasó lo que esperaba Isaías, no pasa tampoco lo que quiere Simón. Es que el modo de eligir de Jesús, cual el de Dios, no es nuestro modo de eligir. Nos gusta a los humanos elegir entre los mejores, los más prometedores. En cuanto a Dios, a Jesús, se les elige a la gente corriente, a los hombres y mujeres no calificados. Aun «a un aborto». Pues lo decisivo es unirnos a Dios, a Jesús, y no tener nosotros tales y tantos dones y talentos.
Lo decisivo es permanecer los sarmientos en la vid. Permanecer nosotros en Jesús, que sin él no podemos hacer nada. Vivir de él, la Palabra de Dios, nutrirnos de su cuerpo y sangre, es lo que cuenta.
Señor Jesús, envíanos pescadores y pescadoras que vayan, por tu palabra, a pescar junto a ti. Y haz que siempre atribuyan humildes todo éxito a ti, «Dios-con-nosotros», a la gracia de Dios (SV.ES VII:250, 313).
9 Febrero 2025
5º Domingo de T.O. (C)
Is 6, 1-2a. 3-8; 1 Cor 15, 1-11; Lc 5, 1-11
0 comentarios