La Palabra de Dios: ¿una granada de mano en tu estante?
El Papa Francisco escribió en una ocasión:
Quiero decirles algo: hoy día hay más cristianos perseguidos que en los primeros tiempos de la Iglesia.
Se los persigue porque llevan una cruz y dan testimonio de Jesús. Se los condena porque poseen una Biblia. De modo que la Biblia es un libro altamente peligroso. Tan peligroso que, en algunos países, es como si uno guardara granadas de mano en el armario.
Un no cristiano, Mahatma Gandhi, dijo una vez: «Ustedes, los cristianos, custodian un documento con suficiente dinamita como para hacer volar en pedazos la civilización entera, como para revolucionar el mundo y traer la paz a este planeta desgarrado por la guerra. Pero lo tratan como si no fuese nada más que una obra literaria».
Con motivo de la celebración del Domingo de la Palabra de Dios el pasado domingo, analizo dos aspectos que han abierto mis ojos al significado de la Palabra de Dios.
La lectura imaginativa de la Escritura por San Vicente
Hace tiempo que he empezado a apreciar un elemento poco conocido de la conversión de Vicente hacia el servicio de los pobres.
Hay pruebas de que hacia los 30 años Vicente empezó a leer los Evangelios con imaginación (el uso que San Vicente hacía de la Escritura). Comenzó a imaginarse a sí mismo en las diversas personas descritas en sus páginas. Al verlos a través de los ojos de Jesús y de los que eran amados por él, se transportaba a los primeros tiempos de la Iglesia.
Empezó a «revestirse de la mente de Cristo».
Como resultado, Vicente se atrevió a imaginar un mundo en el que las personas se cuidaran unas a otras. Imaginó cómo sería tomarse en serio la oración de Jesús, el Padre Nuestro. Trató a todos, incluso y especialmente a las personas olvidadas en los márgenes, como sus hermanas y hermanos.
La televisión como herramienta para adentrarse en el mundo de las Escrituras
Los 32 episodios de la serie «The Chosen» [Los elegidos] han sido vistos alrededor de 770 millones de veces en todo el mundo. Sin darse cuenta, los telespectadores están saboreando una especie de estilo imaginativo de rezar la Escritura.
Personalmente, nunca se me había ocurrido que los apóstoles tuvieran vidas plenas, con familias, trabajos, compromisos y desafíos, igual que yo, y que Jesús trastocara todo eso cuando se encuentra con ellos.
Ahora que leo los Evangelios, comprendo lo difícil que sería formar una comunidad para judíos como Simón y Andrés. Mateo, un apóstata, les había cobrado sus exorbitantes impuestos. Ahora debían cooperar con él formando parte del círculo íntimo de Jesús.
Me imagino el entrenamiento militar de Simón el Zelote cuestionado por la no violencia de Jesús.
Veo a María Magdalena que valientemente deja atrás sus viejas costumbres. Sin embargo, lucha por creer en el amor que Dios siente por ella.
Lo que aprecio de «Los elegidos» es que sus creadores reconocen que nunca podremos comprender plenamente su divinidad. Promueven la percepción de la complejidad de las reacciones de quienes conocieron a Jesús.
Son reacciones con las que podemos identificarnos hoy. Y eso es lo que este programa capta tan bien.
Entiendo por qué los productores afirman que no están reescribiendo las Escrituras, sino proporcionando «historias de fondo» plausibles. Esperan que el visionado de cada episodio incite a la gente a tomarse las Escrituras más en serio. A mí me ha producido exactamente ese efecto.
Celebrar el Domingo de la Palabra de Dios
Hay muchos recursos excelentes para celebrar el Domingo de la Palabra de Dios.
Espero celebrar un Mes de la Palabra de Dios antes de Cuaresma. Cada vez que veo un episodio, mi mente descubre ideas que me ayudan a experimentar cómo fue el encuentro con Jesús en medio de mi vida cotidiana.
Sugiero ver uno o dos episodios de Los Elegidos como una de las maneras de celebrar el Domingo de la Palabra de Dios.
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