Encomendar todo nuestro ser a Jesús

Ross Reyes Dizon
30 enero, 2025

Encomendar todo nuestro ser a Jesús

por | Ene 30, 2025 | Formación, Reflexiones, Ross Reyes Dizon | 0 Comentarios

Jesús es nuestro sumo sacerdote.  Es igual a nosotros en todo menos en el pecado, y nos trata con compasión y nos es fiel.  Por lo tanto, no dudamos en encomendar todo nuestro ser a él.

María y José, fieles a la ley de Moisés, lleva a Jesús a Jerusalén para presentarlo al Señor.  Al llegar Jesús a sus cuarenta días, llega también el tiempo en el que le toca a María purificarse.  Sí, la ley de Moisés prescribe ritos de purificación.  Esos ritos ponen de manifiesto la preocupación de los que guardan la ley por mantenerse limpios delante de Dios.  Buscan estos que se les pueda encomendar o alabar a ellos como gratos a los ojos de Dios.

Tal preocupación, sin embargo, de ser refinado, puro o limpio se puede volver obsesión no sana.  Pero, ¿nos podemos los humanos encomendar o alabar delante de Dios? 

Pablo dice «no».  Nos remite al Sal 14 que dice que no hay ni uno solo justo; no hay ningún sensato, nadie que busque a Dios.  Así se resalta, desde luego, que todos pecamos y no alcanzamos la gloria de Dios.  Nos hace falta su gracia que nos viene a través de Cristo.

Es decir, nos hemos de conectar con él.  Y esto ya es un hecho.  Pues en él, Dios y los humanos se abrazan.  Él se parece a nosotros para ser el sumo sacerdote compasivo y fiel.  Quiere decir esto que baja él, se hace uno de nosotros, para subirnos con él al Padre.  El encuentro de Jesús con nosotros marca el comienzo de nuestro subir a Dios.

Por lo tanto, nos hace falta no más encomendar todo nuestro ser a Jesús.  Pues al estar él delante de Dios no puede menos que llevarnos con él para que estemos delante de Dios.  Jesús toma nuestra condición humana débil.  Por él, con él, en él, podemos presentarnos a Dios que no nos rechazará.  Solo Jesús nos puede encomendar.

Señor Jesús, no dudamos en encomendar a ti todo nuestro ser.  Haz que nuestra entrega lleve a que seamos limpios y nuevos de verdad, y valientes ante las amenazas.  Guardaremos así tu mandato nuevo y entregaremos, al igual que tú, nuestro cuerpo y derramaremos nuestra sangre.  Ayúdanos a tener siempre en la mente que la compasión y la bondad del Padre son más grandes que nuestras indignidades y malicias.  Que su compasión es más que adecuada a nuestras faltas graves (SV.ES XI:63-64).

2 Febrero 2025
Presentación del Señor
Mal 3, 1-4; Heb 2, 14-18; Lc 2, 22-40 

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