La subsidiariedad, uno de los cuatro principios fundamentales de la Doctrina Social Católica, es un elemento esencial de la Sociedad de San Vicente de Paúl [Regla, Parte I, 3.9]. La subsidiariedad atiende a los pobres dando a las Conferencias la flexibilidad que fomenta la creatividad y está al servicio del buen gobierno evitando lo que Federico Ozanam llamaba «unas prácticas burocráticas que impedirían nuestra marcha multiplicando nuestros engranajes» [Carta a Amélie Soulacroix, de 1 de mayo de 1841]. También podría decirse que el liderazgo de servicio es el elemento central del principio de subsidiariedad, al no dejar las decisiones en manos de los presidentes de las Conferencias y los Consejos, sino de los miembros.

Emmanuel Bailly, primer Presidente de Conferencia y primer Presidente del Consejo de Dirección (ahora conocido como Consejo General Internacional) ofreció una de las primeras explicaciones de cómo la subsidiariedad guía y fortalece nuestra organización, exponiendo que un Consejo «es más bien un vínculo que un poder» y que «todo esto no ha sido impuesto a nadie, todo es libremente aceptado, seguido y puede ser abandonado» [Bailly, Carta Circular, 1841]. Federico también hizo hincapié en la importancia de la toma de decisiones a nivel local, explicando a una nueva Conferencia que «el conocimiento de nuestra organización [en París] y de nuestra manera de actuar no es muy útil para ustedes. Su ciudad tiene, probablemente, necesidades diferentes de las de la capital, cuenta con otros recursos, las oficinas de beneficencia funcionan de otra manera» [Carta a Léonce Curnier, de 4 de noviembre de 1834]. En otras palabras, los Consejos no supervisan ni dirigen las Conferencias. Por el contrario, «los Consejos existen para servir a todas las Conferencias que coordinan». [Regla, Parte I, 3.6].

Los dirigentes de la Sociedad tratan de imitar a Jesús, que nos llama «a lavarnos los pies unos a otros. Os he dado un modelo a seguir, para que lo que yo he hecho por vosotros, vosotros también lo hagáis». Los líderes servidores de la Sociedad no están llamados a ser jefes o comandantes y no se espera de ellos que sean «grandes y mandones». Por el contrario, están llamados a ser «pequeños y para todos», no dirigiendo, sino realizando la voluntad de sus Conferencias y Consejos, expresada a través del consenso de los miembros. El líder, enseñaba San Vicente, debe ser «firme e inflexible en cuanto al fin, pero respetuoso y humilde en lo que se refiere a los medios» [SV II, 298 / 250].

En el seno de nuestras Conferencias, la subsidiariedad nos llama a respetar «la especial perspicacia de cada equipo de Visitas Domiciliarias para ayudar» de la mejor manera posible a los prójimos que visitan personalmente [Manual, p.24]. Nuestra norma es dejar esa decisión en manos de los que están más próximos a ella. A su vez, todos los miembros están llamados no a ser servidos, sino a servir (cfr. Mt 20,28), anteponiendo las necesidades del prójimo a las propias, reconociendo que todo lo que hacemos por el más pequeño de entre nosotros, lo hacemos por nuestro Salvador (cfr. Mt 25,40), quien nos aseguró que Él mismo estaba entre nosotros como alguien que sirve (cfr. Lc 22,27).

Nuestras convicciones culturales declaran que somos Una Sociedad, nuestra Declaración de Misión dice que somos una red de amigos, y nuestro primer Presidente nos recuerda que «desde las Conferencias hasta el Centro, no hay autoridad ni obediencia» sino que hay «caridad; hay un mismo fin, unas mismas buenas obras; hay una unión de corazones en Jesucristo nuestro Señor» [Bailly, Carta Circular, 1841]. Subsidiariedad y liderazgo de servicio, pues, son expresiones puras del amor cristiano.

Contemplar

Como miembro o dirigente, ¿procuro siempre considerar humildemente a los demás como más importantes que yo mismo (cfr Fil 2,3)?

Por Timothy Williams
Director Senior de Formación y Desarrollo de Liderazgo
Sociedad de San Vicente de Paúl USA.