Jesús es la Palabra de Dios hecha carne. Y ya que vive en medio de nosotros, nos llama, en efecto, a conocerle y a indagar quién es él de verdad.
Lucas parece ser puntilloso en cuanto a la precisión y los detalles del relato sobre Jesús. Dice el evangelista que es un escritor que no deja de indagar con cuidado y en detalle los hechos y los datos. Es que quiere que los que aprenden de él se formen con solidez.
Y no se nos dice de modo conciso no más, como en Lc 4, 15, que enseña Jesús en las sinagogas. Se nos precisan, más bien, los detalles de lo que tiene lugar en la sinagoga de Nazaret: los gestos, las acciones y las reacciones, las palabras. Los detalles marcan la importancia de esa actuación de Jesús. Dan a conocer también que quién es él, lo que él significa, cuenta mucho. Sí, la Buena Noticia que es él cuenta demasiado para que se prescinda de los detalles.
¿Por así de importante le tomamos, de modo que no cesemos de indagar sobre él con cuidado y en detalle? ¿Fijamos los ojos en él y arden nuestros corazones al hablarnos él? ¿Nos queda claro que se cumple la Escritura que él lee, y lo captemos eso con firmeza?
Señor Jesús, concédenos la gracia de indagar una y otra vez quién eres, para que te conozcamos de verdad. Y haz que prestemos «atención a los detalles» y no perdamos de vista un pequeño detalle pero importante. Es decir, tú no lees, en Isaías, la parte que habla de la venganza. Que captemos así que tú no eres un mesías justiciero. Pues eres, más bien, el Mesías compasivo, que sirves, y entregas tu cuerpo y derramas tu sangre por nosotros. Concédenos, sobre todo, que nuestra vida esté oculta en ti y llena de ti (SV.ES I:320). Pues solo así lograremos conocerte de verdad, sin prescindir de los detalles, y formar contigo y con los demás un solo cuerpo.
26 Enero 2025
3º Domingo de T.O. (C)
Neh 8, 2-4a. 5-6. 8-10; 1 Cor 12, 12-30; Lc 1, 1-4; 4, 14-21
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