“El sábado se hizo para el hombre”
Heb 6, 10-20; Sal 110; Mc 2, 23-28.
Jesús y sus discípulos van caminando por el campo, tienen hambre, seguramente no tienen comida, así que arrancan algunas espigas para masticar los granos de trigo y mitigar el hambre. Esto no está prohibido, pero el problema es que lo hacen en sábado y para la tradición judía esto equivalía a segar, a trabajar, y en sábado no se puede trabajar.
La respuesta de Jesús, en defensa de sus discípulos, se repetirá en muchas ocasiones. Dios quiere a sus hijos felices y plenos, y ninguna ley puede venir de Dios si no tiene en cuenta la dicha, la dignidad, la libertad de los hombres. Nada que oprima, que esclavice, que disminuya, que manipule al hombre, puede venir de Dios ni puede ser querido por Él. Ninguna ley, ninguna palabra, ninguna realidad que oprima, margine, divida o excluya a los hombres puede tener la aprobación de Dios.
Hay en esto muchas buenas noticias para nosotros: Que Dios nos ama, que Dios nos quiere libres y felices, que Jesús estará siempre de nuestro lado en cualquier situación que atente contra nuestra dignidad. Y hay, también, un desafío para todos: En el centro de toda religión, de toda ley, de toda sociedad, deberá estar la persona humana y su felicidad.
Fuente: «Evangelio y Vida», comentarios a los evangelios. México.
Autor: P. Silviano Calderón Soltero, C.M.
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