Hora de la revelación final de lo nuevo

por | Ene 16, 2025 | Formación, Reflexiones, Ross Reyes Dizon | 0 Comentarios

Jesús introduce lo nuevo que hace Dios.  Y ello brota a la hora de ahora.  ¿Lo notamos?  ¿Y lo acogemos?

Se acaba el vino en una boda, a la que asisten la madre de Jesús, él y sus discípulos.  Al darse cuenta de esto la madre de Jesús, se lo dice a su hijo.  Pero indica él que no se interesa por lo que quiere ella, que aún no ha llegado su hora.

Mas esa respuesta podría corresponder no más a lo que dice Jesús en los relatos de Mateo, MarcosLucas.  Es decir, las intervenciones y lazos familiares no son lo que cuenta.  Lo que, más bien, trae la hora de Jesús y lo que cuenta es lo que Dios dice y quiere.

Pero María oye y hace más y mejor que nadie lo que Dios dice y quiere.  No hay duda de que ella oye y se somete ahora a lo que dice y quiere Dios.  Pues dice ella a los sirvientes:  «Haced todo lo que él os diga».  Por lo tanto, ella no le quita nada a Jesús y siempre nos orienta hacia él.

Así que, a la hora debida Jesús convierte el agua en vino que nos alegra el corazón (Sal 104, 15). Se realiza, pues, la primera de las señales de Jesús.  Se manifiesta así su gloria, su solidez, su peso, su valor, lo que es él de verdad para nosotros.  Y creen en él sus discípulos. 

Llega la hora de Jesús mientras muere en la cruz. 

Sí, al hacerse vino el agua, se le señala a Jesús como el que introduce lo nuevo del cielo.  El nuevo orden, en el que el último se hace el primero y el primero el último.  De hecho, Jesús es lo nuevo, el nuevo orden, en persona.  Pues él es lo que significa amar a Dios con todo nuestro ser y amar al prójimo como a nosotros mismos.

Y él da plenitud a la ley y los profetas, los que se resumen en el mandato nuevo:  «Amáos los unos a los otros como yo os he amado.  Nadie tiene amor más grande que el que da la vida por sus amigos».  Por lo tanto, la hora de la revelación final de lo nuevo tiene lugar en la cruz.  La hora en la que él entrega su cuerpo y derrama su sangre por nosotros.

Mas, ¿leemos, captamos, lo nuevo que introdue y encarna Jesús?  Más importante aún, ¿lo acogemos?  Y, ¿nos preparamos siquiera para lograrlo acoger?  Es decir, por cumplir todo lo que Dios nos da a conocer una y otra vez que pide de nosotros (SV.ES:398).

Señor Jesús, ayúdanos a los que todos juntos en la balanza subimos, pues pesamos menos que un soplo.  Danos parte en tu Espíritu y en tu solidez, en tu peso.  Lograremos así hacer nuestra parte para señalar la hora de tu gloria en la cruz.  Para que los demás crean en ti.

19 Enero 2025
2º Domingo de T.O. (C)
Is 62, 1-5; 1 Cor 12, 4-11; Jn 2, 1-11

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