En la Nochebuena del 24 de diciembre de 2024, el Papa Francisco abrió la Puerta Santa de la Basílica de San Pedro para inaugurar el Año Jubilar de la Esperanza 2025. Por ella pasarán los peregrinos que deseen crecer en santidad de vida y abrazar el espíritu de la Esperanza. Tales puertas se han abierto durante estos días en muchas Iglesias importantes de todo el mundo, mientras procuramos una mayor adhesión a nuestra fe y una visión del futuro llena de esperanza.
El símbolo de una puerta ofrece mucho y valioso contenido para la reflexión. Pensamos en una puerta como algo que conduce a un nuevo lugar, como algo que rompe barreras, como algo que evoca la libertad de movimiento, como algo que lleva a una persona de un lugar a otro.
El Papa Francisco habla de la Iglesia con un portal que ofrece acogida con los brazos abiertos. Todos reciben la invitación a entrar:
La Iglesia tiene las puertas abiertas de par en par para recibir a los necesitados, a los penitentes, ¡y no solo a los justos o a los que se creen perfectos! (Papa Francisco, 18 de octubre de 2014)
Jesús se describe a sí mismo como la puerta (a menudo traducida como «la entrada») que conduce a la salvación y a la plenitud de la vida:
Jesús dijo una vez más: «En verdad, en verdad os digo que yo soy la puerta del rebaño… Yo soy la puerta. El que entre por mí se salvará, y entrará y saldrá y hallará pastos» (Jn 10,7.9)
Sí, una puerta ofrece una imagen maravillosa como camino hacia la esperanza. Para nosotros, Jesús es esa puerta. Lo que parecía cerrado en un momento dado se abre y lo que parecía abrumador se hace posible. Podemos imaginarnos el reto que algunas puertas pueden suponer para algunos de nosotros. Podemos imaginar la puerta que podría conducir al crecimiento en la virtud, el umbral que podría exigir un cambio de vida, la entrada que podría abrirse a una espiritualidad más profunda.
Como vicencianos, reflexionar sobre la importancia de las puertas podría llevarnos a pensar en el proyecto del Jubileo de las 13 Casas de la Alianza Famvin para las Personas sin Hogar. Sabemos cómo está alineado con el lema Peregrino de Esperanza del Año Jubilar de la Iglesia 2025. ¿Quién valora más una puerta que alguien que descubre que conduce a su propia casa y a una independencia más plena y digna? Se convierte en el lugar donde uno acoge a los demás. Define un lugar de pertenencia. Se abre a un espacio donde la familia se reúne, y a través del cual uno sale a trabajar y contribuye a un mundo mejor.
En este Año Jubilar, la Puerta Santa es para nosotros un símbolo de gran riqueza en muchos sentidos. Al atravesarla, el estímulo a la esperanza invita a nuevas posibilidades. Podemos decidirnos a dejar que esta puerta jubilar nos lleve a cambios de vida que promuevan nuestra propia espiritualidad y el beneficio de los demás.
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