“Señor, si quieres, puedes sanarme”
1 Jn 5, 5-13; Sal 147; Lc 5, 12-16.
En el testimonio que he escuchado de varias personas contagiadas por COVID durante la pandemia, son comunes expresiones como: “Me sentía como un leproso. Nadie se acercaba; me dejaban la comida y se retiraban; nadie me quería tocar, como si fuera un bicho peligroso.”
Creo que era exactamente lo que pasaba con los leprosos en tiempos de Jesús: nadie se les acercaba ni los tocaba (creían que la lepra era tan contagiosa como el Coronavirus); no podían vivir con la familia ni en la comunidad. Vivían marginados y repudiados porque, además, su enfermedad era considerada como el castigo de Dios por algún gran pecado.
Pues uno de estos leprosos se le planta en frente a Jesús y lo desafía: “Si quieres, puedes sanarme”. “Si quieres…” Como si le dijera: ¿Tú también me vas a despreciar como todos? ¿También vas a echar sobre mí, aparte de mi enfermedad, la carga de la soledad y el abandono? ¿Tú también piensas que no soy digno de vivir con las personas que amo y de caminar, digno, por la vida?
—¡No! Yo sé que eres digno, que Dios te ama como a un hijo, que mereces ser amado y acogido por todos. ¡Y extendió la mano y lo tocó!
Fuente: «Evangelio y Vida», comentarios a los evangelios. México.
Autor: P. Silviano Calderón Soltero, C.M.













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