Jesús es el Siervo Sufriente del Señor Dios. No viene para ser servido, sino para servir y dar su vida por todos.
Se bautiza Jesús. Mientras ora, se abren los cielos y baja sobre él el Espíritu Santo como paloma. Y viene una voz del cielo: «Tú eres mi Hijo amado; en ti me complazco». Por esa voz se nos manifiesta él como Siervo Sufriente del Señor Dios.
Pues dicen los comentaristas que la frase «en ti me complazco» nos remite a la primera lectura. En ella se halla el primero de los cuatro poemas del Siervo que sufrirá mucho para cumplir su misión.
Y en cuanto a la oración de Jesús, puede ser que ore él el Shemonê Esrê. Pero sea esta o no su oración, igual se nos da a entender que está ahí el Mesías. Es Jesús. Pues se rasga el cielo y baja el Espíritu Santo. El Espíritu que se movía sobre las aguas en los comienzos de la creación. Y la paloma nos recuerda el fin del diluvio. Así que se inicia un nuevo orden, una nueva creación. Comienza el Fin de los Días. Se vive en los últimos días.
Sí, Jesús es el Mesías. Él puede más que Juan. Pues este bautiza con agua. Y no merece desatar la correa de las sandalias de aquel que bautiza con Espíritu Santo y fuego.
Mas el fuego con que bautiza Jesús nada tiene que ver con el fuego para los árboles no productivos. Él se sirve de su fuerza para implantar el derecho en la tierra, no para gritar e intimidar. Fuerte, no se echa atrás ante los conflictos que conlleva el hacer el bien (SV.ES I:143). Ni ante la muerte. Pues la salvación está en el amor abnegado (véase también esta homilía de Papa Francisco).
Señor Jesús, concédenos la gracia de vivir como tú, el Siervo Sufriente del Señor Dios. Hasta entregar nuestro cuerpo y derramar nuestra. Ayudaremos así a que brote y se extienda el reino de Dios.
12 Enero 2025
Bautismo del Señor (C)
Is 42, 1-4. 6-7; Hch 10, 34-38; Lc 3, 15-16. 21-22
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