Jesús es la luz grande. Ha venido él para alumbrar a los que caminan en tinieblas y viven en tierras de sombras. ¿Lo recibimos!
Se nos dice, sí, de forma expresa que Jesús es la luz grande, de la que habla Isaías. Pero se nos da a conocer también que les cuesta a los de él recibirlo.
Y, ¿sería que no quisiesen dejar sus puestos de poder o asientos de honor los sumos sacerdotes y los escribas? Pero sí, por cierto, rechazarán la luz grande los que están en las tinieblas al igual que Herodes. Es decir, los que a quienes los han dejado ciegos sus intereses y afanes egoístas, sus intenciones viles.
Pero no les es fácil incluso a los que con intenciones nobles dar con la luz grande, llegar a ella. A propósito, nos basta con pensar en los magos de Oriente.
No es corto su viaje. Y, por encima de esto, parecen perderse y se hallan de repente en Jerusalén, el centro del judaísmo. Allí, más que en ningún otro lugar se les tiene en poco a los forasteros. Los de allí son tan puristas que toman a Zabulón y Neftalí, en la provincia de Galilea, por tierra oscura. Pues está en la región norte de Israel, cerca, entonces, de los países de los gentiles y lejos de Jerusalén.
Y si se dan cuenta los magos del desconcierto que causan, ¿no se sentirán mal ellos? De todos modos, se marchan de Jerusalén y se les remunera por su aguante y perseverancia. Pues de pronto la estrella que han visto salir los comienza a guiar hasta donde está el niño.
Pero dejarse guiar por la estrella no quiere decir que no tantean ellos del todo. Pues aún es humilde la estrella; esta no elimina por completo las tinieblas. Solo la luz grande pone fin a todas las tinieblas.
La estrella nos lleva a la luz grande.
Así que para llegar a la luz grande hay que seguir las humildes luces. Del mismo modo, las pequeñas cosas llevan a las grandes.
Nos toca hacer el bien que se nos presente y todo lo que Dios nos dé a conocer (SV.ES XI:398). Por muy pequeño que sea.
Y las sombras no nos han de dejar perder el ánimo. Pues la misericordia de Dios se puede servir de nuestra pequeñez para disiparlas (SV.ES VII:292).
Señor Jesús, te aclamamos no solo la gloria de Israel, sino también la luz grande que alumbra a los gentiles. Ayúdanos a hacer nuestra parte en la obra del Evangelio. Y danos la fe de los magos, para que te adoremos y te ofrezcamos regalos también. El regalo de nuestro cuerpo y sangre más que nada.
5 Enero 2025
Epifanía del Señor
Is 6, 1-6; Ef 3, 2-3a. 5-6; Mt 1, 1-12
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