Renacer en la sencillez y el perdón: Una reflexión para la Nochevieja
Reflexión basada en un escrito del difunto P. Benito Martínez, CM (1930-2023).
La Nochevieja no es solo el cierre de un calendario; es una invitación a comenzar de nuevo, dejando atrás aquello que nos pesa y nos impide avanzar. Esta práctica puede compararse con la costumbre de algunas familias en Roma, quienes, al final del año, tiran a la calle trastos y ropa vieja que ya no necesitan. Este acto simbólico nos inspira a vaciar nuestro interior de rencores, dobleces y pesares, permitiendo que el perdón y la sencillez renueven nuestra vida y relaciones.
El poder transformador del perdón
San Vicente de Paúl, conocido por su espíritu de caridad, afirmaba que el perdón es esencial para construir comunidades unidas y fortalecidas en la fe. Perdonar es más que una simple acción: es un reflejo de la misericordia divina en nuestras vidas. Como Jesús enseñó, perdonar no solo busca sanar al que ha sido herido, sino también restaurar la dignidad del ofensor. En palabras de Vicente, el perdón y la sencillez son signos de un corazón limpio, capaz de ver a Dios en medio de los conflictos y superar las barreras del orgullo.
El perdón sana y renueva. Es unir la gracia divina con nuestro esfuerzo humano. Decidir perdonar es declarar inocente al hermano, aun cuando nos haya herido profundamente. Es quitarle las cargas y restablecer la confianza, como lo haría Jesús al orar por quienes lo crucificaron: “Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen” (Lc 23,34). Este acto, aunque doloroso, nos abre a una vida de paz y alegría interior.
Por el contrario, el rencor, como señaló Vicente, es un mal que destruye desde dentro, comparándolo con un tumor o un virus que corrompe nuestras relaciones y nuestra conexión con Dios. Mientras el rencor divide, el perdón construye. Nos permite renacer, como el ave fénix que surge de sus cenizas, a una vida más plena, libre de resentimientos y abierta al amor.
La sencillez como camino de autenticidad
San Vicente de Paúl consideraba la sencillez una virtud fundamental para quienes desean vivir según el Evangelio. La sencillez, decía, es «mi Evangelio». Es un llamado a ser auténticos, a vivir con transparencia y sin doblez. Vicente elogiaba a las aldeanas por su espíritu sencillo: «Nada de finuras, nada de palabras de doble sentido. Sus corazones no piensan una cosa mientras sus bocas dicen otra». Esta coherencia entre lo que pensamos, decimos y hacemos es el núcleo de la sencillez.
Jesús nos exhorta a un lenguaje claro: «Sea vuestro lenguaje: ‘Sí, sí; no, no'» (Mt 5,37). Vivir con sencillez no significa renunciar a las cosas materiales, sino ser auténticos y no depender de máscaras o pretensiones. En palabras de Vicente, «El día que dejéis de ser sencillos, la pobre Compañía estará muerta». La sencillez nos invita a no complicarnos con lo superfluo, a valorar lo esencial y a encontrar la belleza en lo simple, como lo hizo María de Nazaret.
Un nuevo comienzo desde la espiritualidad vicenciana
San Vicente nos anima a replantear nuestros valores, especialmente el de la belleza, que hoy se encuentra contaminada por el materialismo y las apariencias. En cambio, la belleza verdadera, sencilla y humilde, refleja la pureza del corazón. La sencillez y el perdón van de la mano: ambos requieren humildad y confianza en Dios. Santa Luisa de Marillac, colaboradora de Vicente, afirmaba que la prudencia y la sencillez deben guiarnos en nuestras palabras y acciones, especialmente en nuestras relaciones.
Al comenzar un nuevo año, examinar nuestro interior es un acto vicenciano: identificar aquello que obstaculiza nuestra relación con los demás y con Dios, y deshacernos de ello. El perdón y la sencillez nos conducen a una vida más plena, caracterizada por la humildad, la autenticidad y el amor fraterno.
Renovémonos en la sencillez y el perdón, recordando que ambos son regalos divinos que nos permiten vivir con autenticidad, alegría y paz interior.
Preguntas para la reflexión personal y el diálogo en grupo
- ¿Qué «trastos viejos» ocupan espacio en tu corazón y necesitas dejar atrás al finalizar el año?
- ¿Qué lugar ocupa el perdón en tu vida diaria? ¿Cómo puedes imitar a Jesús y a San Vicente en este aspecto?
- ¿De qué manera puedes vivir la virtud de la sencillez en un mundo marcado por las apariencias?
- ¿Qué pasos concretos puedes dar para reconciliarte contigo mismo, con los demás y con Dios?
- ¿Cómo puedes transmitir el espíritu vicenciano de caridad, perdón y sencillez en tu entorno?
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