«LA JUVENTUD ES ÚTIL POR SU AUDACIA, HASTA POR SUS IMPRUDENCIAS, POR LAS IDEAS NUEVAS QUE APORTA, POR LAS OBRAS EN QUE NO SE HABÍA PENSADO».
– BEATO FEDERICO OZANAM
Vivimos en una cultura que, a veces, idolatra la juventud. Este enfoque puede exagerar los méritos de ser joven. Crea expectativas falsas y vacías para quienes tienen la tarea de navegar por sus años de juventud. Al mismo tiempo, la juventud puede ser una época maravillosa y bendecida. Federico Ozanam era un estudiante de veinte años cuando él y sus amigos empezaron a visitar los hogares de personas que sufrían la pobreza. Se inspiraron para comenzar una Sociedad que ha crecido hasta convertirse en una red mundial de caridad a una edad que muchos consideraban el comienzo de la edad adulta.
Como vicentinos, esperamos que nuestras reuniones sean lugares acogedores donde los jóvenes puedan encontrar amigos y familia. Nuestros espacios son, y tienen que seguir siendo, ambientes donde todos los miembros puedan desarrollarse plenamente, tanto en la dimensión humana como en la cristiana. ¿Cómo acogemos a los jóvenes? Como nos invita Federico, debemos permitir que nuestras reuniones y obras sean lugares donde se puedan emprender acciones audaces, valientes, incluso temerarias, y donde las nuevas ideas encuentren un lugar donde nutrirse y puedan florecer.
Y lo que es más importante, se nos invita a imbuirnos de un espíritu joven y a vivirlo. Como afirma la Regla, «los miembros de todas las edades se esfuerzan por preservar el espíritu de la juventud, que se caracteriza por el entusiasmo, la adaptabilidad y la imaginación creativa. Están dispuestos a hacer sacrificios y asumir riesgos en beneficio de los pobres dondequiera que se encuentren, compartiendo sus incomodidades, necesidades y penas y defendiendo sus derechos».
Esto no significa que imitemos sin más la vida de los jóvenes o que idealicemos la cultura de la juventud. Es más bien una invitación a destacar y reflexionar sobre las características de este tipo de espíritu. Mirar el mundo que nos rodea con esperanza y optimismo. Estar abiertos a nuevas experiencias e ideas. Encontrar inspiración en lo desconocido. Ser curiosos. Afrontar nuestras rutinas y hábitos con creatividad, innovación y libertad. Vivir con entusiasmo.
También es valioso ofrecer a los demás nuestro espíritu experimentado. Abrazar y transmitir la sabiduría acumulada durante años de vida. Actuar con empatía, basándose en la propia vulnerabilidad y en la experiencia vivida. Compartir con los demás las alegrías y las penas de los sueños cumplidos, las oportunidades perdidas, los fracasos aleccionadores y los logros orgullosos. Invitar a otros al espacio sagrado de las amistades para toda la vida. Transmitir herramientas curtidas y fiables para el trabajo que aún queda por hacer.
A cualquier edad, que el Espíritu Santo siga renovando nuestros corazones y mentes para que nuestras vidas estén llenas de alegría, empatía y entusiasmo por el don de la creación de Dios.
PREGUNTAS PARA REFLEXIONAR
- ¿ De qué manera estás viviendo con un espíritu joven?
- ¿Cómo acoges a los jóvenes?
De: Firewood for the soul, vol. 2, A Reflexion Book for the Whole Vincentian Family
Sociedad San Vicente de Paúl, Queensland, Australia.
Texto de: Samantha Hill y James Hodge.
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