Jesús es el que da conocer a Dios. Y este Dios escoge las pequeñas cosas y gentes, para que toda gloria sea de él no más.
Se les escoge a Belén de Efrata y a Galilea, a Nazaret, en concreto. Y se nos dice de Belén que es pequeña entre los clanes de Judá. Galilea, a su vez, poco cuenta a los ojos de los que conocen las Escrituras. Pues de ella no ha salido nunca un profeta. Y se duda de que salga de Nazaret algo bueno. Pero, sí, de las pequeñas cosas, de tales sitios, se sirve Dios para llevar a cabo grandes cosas.
Y se sirve él también de Isabel, estéril y anciana, y de María, humilde y sencilla sierva del Señor. Él no escoge a un sumo sacerdote ni al más sabio y entendido de los escribas y los fariseos.
Esos líderes de la religión, claro, promueven los mejores y más grandes ideales y temas sobre el culto. Instauran ellos una estructura de culto, ritos, reglas y normas. Proponen también teorías sublimes e ideas profundas.
Isabel y María, en cambio, son mujeres creyentes de fe sencilla y viva. Se saludan la una a la otra. Se desean la una a la otra todo lo mejor al esperar cada una a un hijo. Cada una comparte el gozo a la otra.
No, no se pierden en teorías y nociones analíticas ni dialécticas. A que hacen ellas las pequeñas cosas que no quieren hacer los que se fijan en las grandes. El lavar los platos, por ejemplo, lo que no les gusta a los que buscan una revolución.
Y al hacerse tales pequeñas cosas, no hay duda de que se hace la voluntad de Dios. Y se vive también la comunión de los santos. Es decir, se contribuye a que se construya el cuerpo de Cristo.
Señor Jesús, ayúdanos a hacer las pequeñas cosas. Sírvete de ellas para llevar a cabo las grandes cosas de que maravillarnos (véase SV.ES XI:327). Y para hacer brotar los ideales y el cambio sistémico que queremos. Haz que las pequeñas cosas que hagamos nos lleven a entregar, al fin, nuestro cuerpo y derramar nuestra sangre. Enséñanos a atribuir todo éxito a tu gracia (SV.ES VII:250). Es que poco contamos, pues somos débiles (SV.ES IX:332). Que te demos la gloria aun por una buena palabra que digamos a un enfermo (SV.ES IX:916).
22 Diciembre 2024
Domingo 4º de Adviento (C)
Miq 5, 1-4a; Heb 10, 5-10; Lc 1, 39-45
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