Nos acercamos a la Navidad

por | Dic 12, 2024 | Formación, Reflexiones, Víctor Martell | 0 Comentarios

Era la noche de Navidad. Un ángel se apareció a una familia muy rica y le dijo a la dueña de la casa:

—Te traigo una buena noticia: esta noche el Señor Jesús vendrá a visitar tu casa.

La señora quedó entusiasmada; nunca había creído posible que en su casa sucediera este milagro. Trató de preparar una cena excelente para recibir a Jesús. Encargó faisanes, conservas y vino importado.

De repente, sonó el timbre. Era una mujer mal vestida, de rostro sufrido, con el vientre hinchado por un embarazo muy avanzado.

—Señora, ¿no tendría algún trabajo para darme? Estoy embarazada y tengo mucha necesidad de trabajar.

—¿Pero esta es hora de molestar? Vuelva otro día —respondió la dueña de la casa—. Ahora estoy ocupada con la cena de una importante visita.

Poco después, un hombre sucio de grasa llamó a la puerta.

—Señora, mi camión se ha arruinado aquí en la esquina. ¿Por casualidad no tendría usted una caja con algunas herramientas que me pueda prestar?

La señora, ocupada como estaba limpiando los vasos de cristal de Murano y los platos de porcelana, se irritó mucho.

—¿Usted piensa que mi casa es un taller de mecánica? ¿Dónde se ha visto importunar a la gente así? Por favor, no ensucie mi entrada con esos pies inmundos.

La anfitriona siguió preparando la cena: abrió latas de caviar, puso champán en el refrigerador, preparó unos cocteles. Mientras tanto, alguien afuera hizo ruido.

—Será la hora de que llegue Jesús —pensó emocionada.

Con el corazón acelerado, fue a abrir la puerta. Pero no era Jesús. Era un niño harapiento de la calle.

—Señora, deme un plato de comida.

—¿Cómo te voy a dar comida si todavía no hemos cenado? Vete, vete, que tengo mucho trabajo.

Al final, la cena ya estaba lista. Toda la familia, emocionada, esperaba la ilustre visita. Sin embargo, pasaban las horas y Jesús no aparecía. Cansados de esperar, empezaron a tomar los cocteles, que al poco tiempo comenzaron a hacer efecto en los estómagos vacíos, y el sueño hizo olvidar los faisanes y todos los platos preparados.

A la mañana siguiente, al despertar, la señora se encontró con gran espanto frente a un ángel.

—¿Un ángel puede mentir? —gritó ella—. Lo preparé todo con esmero, aguardé toda la noche y Jesús no apareció. ¿Por qué me hizo esta broma de mal gusto?

—No fui yo quien mintió, fue usted la que no tuvo ojos para ver —dijo el ángel—. Jesús estuvo aquí tres veces: en la persona de la mujer embarazada, en la del camionero y en el niño hambriento. Pero usted no fue capaz de reconocerlo ni de acogerlo como el pobre que es.

La Navidad es la fiesta de cumpleaños de Jesús. Nunca debemos olvidar esto: no es nuestra fiesta, es la de Él. Por lo tanto, pongámosle atención al niño Jesús y dediquemos la fiesta también a los niños. Ellos se lo merecen todo.

Víctor Martell

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