“Al ver a la multitud se compadeció de ella”
Is 30, 19-21.23-26; Sal 146; Mt 9, 35-10,1.6-8.
La relación entre un pastor y sus ovejas es muy singular: no deja de vigilarlas, sabe cuántas tiene, las conoce a todas. Jesús recorría todas las ciudades en su tiempo. Ahora lo sigue haciendo: recorre todos los lugares de nuestra vida y nuestra alma. Nos va instruyendo en nuestro interior. Va curando nuestras enfermedades del alma y nos va ofreciendo la Buena Nueva.
Nos toca a nosotros dejar entrar a Jesús en nuestra vida, en nuestro corazón. Ser dóciles y obedientes a su voz. Siempre que lees su Palabra es a Él a quien escuchas. Cuando te acercas arrepentido al sacramento de la confesión es Él quien te perdona y te da esa paz del corazón. Cuando te acercas a recibirlo en la comunión es a Él a quien recibes y le permites entrar en tu interior.
Los sacerdotes son los pastores que se esfuerzan por colaborar con la misión del Único Buen Pastor, Jesucristo. ¿Cuántas veces tengo necesidad del Buen Pastor para ser conducido por buenos caminos y escuchar Palabras que dan vida, sentido y esperanza?
Tenemos necesidad de pedir por la vocación al sacerdocio, que Jesús llame a más, y que los santifique.
Fuente: «Evangelio y Vida», comentarios a los evangelios. México.
Autor: María Elena Camacho, de la Sociedad de San Vicente de Paúl
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