“No todo el que me diga: ¡Señor! ¡Señor!, entrará en el reino de los cielos”
Is 26, 1-6; Sal 117; Mt 7, 21.24-27.
Esto le pasó a un sacerdote: un día fui llamado de emergencia a atender a una pareja que había sufrido un accidente en carrera. Resultó que el matrimonio eran gente muy conocida, porque el marido había sido compañero de trabajo de mi papá. Los esposos estaban en medio de un trajín muy grande, pues los estaban preparando para trasladarlos a un hospital que tuviera todos los requerimientos para su tratamiento. Me acerqué entre el barullo de médicos y enfermeras y pude confesar a la señora.
El señor, se veía bastante, bastante mal, me acerqué me identifiqué como hijo de su compañero de trabajo y le propuse que pudiera confesarse y recibir a nuestro Señor para ser confortado en su enfermedad. Él se quedó bastante tiempo pensativo, y luego me dijo: “Hay, padrecito, esas cosas hay que pensarlas con calma… yo te aviso…”.
Adviento, una oportunidad para mejorar nuestra vida cristiana. Acércate al sacramento de la confesión y la comunión. Siempre podemos ser mejores. Las palabras no nos salvan, no lo ha dicho hoy Jesús en el evangelio.
Fuente: «Evangelio y Vida», comentarios a los evangelios. México.
Autor: María Elena Camacho, de la Sociedad de San Vicente de Paúl
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