“Acudió una gran multitud que traían cojos, mudos y otros muchos enfermos”
Is 25, 6-10; Sal 21; Mt 15, 29-37ª.
Hay una gran multitud de personas que siguen a Jesús sin dejarlo en paz. Pero, él no lo vemos molesto o irritado por esa gente que le sigue y le pide que actúe sobre tantos males y necesidades que les aquejan. No se molesta, más bien, siente compasión, porque sabe que no lo buscan por curiosidad, sino por necesidad. Lo que Jesús siente es compasión, no es simplemente sentir piedad. La misericordia le lleva a identificarse con el sufrimiento del otro, al punto de cargarlo en sí mismo. Así es Jesús, sufre junto a nosotros, sufre con nosotros y termina sufriendo por nosotros.
En Jesús la compasión se traduce en acción, a través de las numerosas curaciones que va realizando y que son signos de su compasión.
Jesús nos enseña a anteponer las necesidades de los pobres a las nuestras. Nosotros hablamos con frecuencia de los pobres, pero, ¿pensamos en sus necesidades? ¿En ese hombre, esa mujer, ese niño que no tienen lo necesario para vivir? No tienen para comer, no tienen para vestirse, no tienen la posibilidad de medicinas, o de escuela. Nuestras necesidades, no serán nunca tan urgentes como la de los pobres que no tienen lo necesario para vivir.
Fuente: «Evangelio y Vida», comentarios a los evangelios. México.
Autor: María Elena Camacho, de la Sociedad de San Vicente de Paúl
0 comentarios