Jesús da luz a los que viven en tinieblas y en sombra de muerte. Da fuerza también a los que se la piden, para que puedan escapar de las tribulaciones que se les vienen encima y estar de pie ante él.
Al igual que el evangelio de hace dos domingos, el de este domingo usa un lenguaje apocalíptico. Pues se nos anuncia un gran trastorno en los cielos y en la tierra que nos impide estar de pie.
También nos remite tal trastorno al caos primordial. Mas en los comienzos, la Palabra introdujo orden. Y en estos tiempos finales, de nuevo introduce orden la Palabra hecha carne.
Así que el evangelio es, sí, buena noticia que resalta la liberación, no las angustias. Pues la hora de las angustias da paso a la hora del venir del Hijo del hombre.
Nos cuesta estar de pie, mas hacemos esfuerzos para levantarnos, alzar la cabeza y acogerle a Jesús.
Queda claro, pues, que nuestras esperas no pueden menos que ser activas. Quieren decir ellas también que hay que vigilar y orar. Procurar, además, que no se nos embote la mente con el vicio, la bebida y la preocupación del dinero.
Y esperan de modo activo los que no se desaniman ni renuncian a Dios frente a las pobrezas, injusticias, guerras. Rechazan estos el pensar que «así es el mundo» y que «no hay nada que yo pueda hacer»]. Por lo tanto, se comprometen a seguir al que llaman «Señor-nuestra-justicia». Y a buscar primero el reino de Dios y su justicia. A hacer todo lo que pueden para que este mundo sea más justo, solidario, humano.
Es decir, predican ellos de palabra y de obra lo que enseña el que murió en la cruz por nuestra salvación: «solo en el amor podemos también nosotros vivir, crecer y florecer en nuestra plena dignidad». Y dan ellos testimonio de que viven, pues él los nutre con su cuerpo y sangre. Por eso, por convivir con él, mueren también mientras nutren con sí mismos a los demás (véase SV.ES I:320).
Señor Jesús, danos la fuerza para amar hasta el fin al igual que tú. Pasaremos así de la muerte a la vida, de las tinieblas a la luz. Ábrenos la mente y el corazón para que captemos en la fracción del pan que nos amas mucho. Y al estar de pie nosotros ante ti en la hora de juicio, no seas severo con nosotros. Pues no somos acusadores irreprensibles de los demás, sino que se nos puede acusar, sí, de muchos delitos. Muéstrate compasivo, lento a la ira y rico en piedad.
1 Diciembre 2024
Domingo 1º de Adviento (C)
Jer 33, 14-16; 1 Tes 3, 12 – 4, 2; Lc 21, 25-28. 34-36
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