“No es Dios de muertos, sino de vivos”
Ap 11, 4-12; Sal 143; Lc 20, 27-40.
Ya por varios días las lecturas del Apocalipsis nos van guiando por un camino de reflexión hacia los últimos días, y el Evangelio nos muestra una maravillosa catequesis de Jesús con respecto a este tema que siempre nos llena de miedo e incluso de incertidumbre: ¿qué pasa después de la muerte?
La pregunta hecha a Jesús por los saduceos respecto a la mujer que había perdido a sus siete maridos: Cuando resucite, ¿de quién será esposa, si se casó con los siete hermanos?, obtuvo una respuesta que nos invita a la autorreflexión: Resucitaremos una vez juzgados dignos de la vida futura y de la resurrección de entre los muertos, no para hacer las mismas cosas que hicimos sino para vivir una vida plena y eterna.
Te invito a reflexionar sobre estas verdades que aun los que nos llamamos católicos confundimos, pues muchas veces escuchamos hablar entre nosotros que reencarnaremos, o que disfrutemos esta vida porque que no hay esperanza después de la muerte. Nuestro Credo es claro: Creo en la resurrección de los muertos (en la mía) y la vida del mundo futuro. Pues “Dios no es un Dios de muertos sino de vivos”.
Fuente: «Evangelio y Vida», comentarios a los evangelios. México.
Autores: Juan Francisco Cervantes y Sandra Pinedo, de la Sociedad de San Vicente de Paúl
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