Alimento para el alma: Legado

Samantha Hill y James Hodge
18 noviembre, 2024

Alimento para el alma: Legado

por | Nov 18, 2024 | Formación, Reflexiones | 0 Comentarios

«TIENES CEREBRO EN LA CABEZA TIENES PIES EN LOS ZAPATOS. PUEDES DIRIGIRTE EN LA DIRECCIÓN QUE ELIJAS. TE VALES POR TI MISMO. Y SABES LO QUE SABES. Y ERES TÚ QUIEN DECIDIRÁ HACIA DÓNDE IR».

– DR. SEUSS

Hay muchos aficionados a la jardinería. Trabajar en el jardín tiene muchas ventajas, tanto personales como colectivas. Es saludable y estimulante. Contribuye a crear un medio ambiente vibrante y vigoroso. La gente disfruta de los efectos positivos de unas flores y plantas hermosas. La fruta y la verdura pueden alimentar a una familia, a un forastero e incluso a unos cuantos animales furtivos que se dan un festín con los tesoros no custodiados. La plantación de un árbol puede beneficiar a generaciones venideras. Ya sea en un jardín o en la vida, todos queremos dejar algo atrás. El legado se filtra en nuestro pensamiento más de lo que podríamos admitir fácilmente, o incluso ser conscientes de ello.

San Pablo nos recuerda, en su carta a la comunidad cristiana de Corinto, que la vanidad desordenada no sirve a nadie: «Así que ni el que planta ni el que riega son nada, sino sólo Dios, que da el crecimiento. El que planta y el que riega tienen un fin común, y cada uno recibirá su salario según el trabajo de cada uno. Porque nosotros somos siervos de Dios, que trabajamos juntos; vosotros sois el campo de Dios, el edificio de Dios» (1 Corintios 3,7-9).

En las conversaciones entre Conferencias, Consejos y oficinas, a menudo pueden surgir inevitablemente estas preguntas: ¿Dónde están los que continuarán el trabajo? ¿Cómo garantizar que nuestros planes y actividades no desaparezcan? ¿Cómo transmitimos nuestras tradiciones y cultura? Estas preguntas son indicativas de otra verdad difícil: tenemos menos control sobre los acontecimientos, las personas y los legados de lo que pensamos o esperamos. Algunas tradiciones y pautas desaparecen al poco tiempo de marcharse una persona o un grupo concretos. Otras pueden perdurar por razones correctas o incorrectas.

Reflexiona sobre tus propias experiencias. ¿Qué recuerdas de tu época escolar, o de tu primer o más largo trabajo? Pocas personas recuerdan el contenido de un informe anual o de planes estratégicos, o lo que aprendiste en Ciencias en 9º curso un viernes por la tarde. Los testimonios y elogios rara vez contienen los datos de la evaluación semestral del rendimiento de hace treinta años. La gente recuerda lo que les hizo reír con una alegría desbordante, o lo que les llegó al corazón con tristeza y asombro. Las vacaciones familiares y los días pasados creando recuerdos para toda la vida. Las relaciones que nos hicieron sentir profundamente amados, y a quienes amamos a cambio. Las personas cuyas vidas cambiaron para bien al conocernos, y aquellos mentores y héroes que cambiaron nuestras vidas.

La llamada es a profundizar en la confianza en Dios, en cuya misión participamos y a la que contribuimos, pero que no controlamos. Se nos anima a no centrarnos en los resultados o los frutos. Dejemos eso a Dios, y a otras personas que vendrán después de nosotros. Recordemos que otros han trabajado, plantado y construido. Nosotros somos los receptores de esos dones. Tenemos que asegurarnos de dejar algo para que otros lo tengan. Y, aunque es una verdad difícil de afrontar, no somos indispensables. Otros pueden hacer, y harán, el trabajo que nosotros estamos haciendo ahora. Lo harán en direcciones diferentes. Todos estamos llamados a plantar semillas. Algunas de estas semillas crecerán y brotarán para que disfrutemos de sus frutos ahora. Otras darán fruto para un futuro invisible. Son estas semillas las que dejan un legado duradero.

PREGUNTAS PARA REFLEXIONAR

  • ¿Qué significa para ti dejar un legado?
  • ¿Qué vas dejando en beneficio de otras personas? ¿Qué legados te han dejado a ti?

De: Firewood for the soul, vol. 2, A Reflexion Book for the Whole Vincentian Family
Sociedad San Vicente de Paúl, Queensland, Australia.
Texto de: Samantha Hill y James Hodge.

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