Novena a san Vicente de Paúl 2024: Día 2

por | Sep 19, 2024 | Formación, Reflexiones | 0 comentarios

Oración:

¡Padre de la Esperanza! Con gratitud te elevamos nuestra voz en este momento, reconociendo tu inmenso amor que nos ha llamado a ser evangelizadores de los pobres, siguiendo los pasos de tu amado Hijo, Jesucristo. Inspirados por el legado de San Vicente de Paúl, te pedimos que nos guíes y fortalezcas en nuestro compromiso de ser diligentes y audaces en la atención a las necesidades de nuestros hermanos y hermanas. Que nuestros corazones sean sensibles ante los sufrimientos de aquellos que más necesitan de tu amor y compasión.

Concédenos revestirnos del Espíritu de tu Hijo para anunciar, practicar y testimoniar el Reino de Dios en todos los rincones del mundo, que ninguna periferia se quede sin experimentar la alegría del anuncio de la salvación y la esperanza del Evangelio. Concédenos la gracia de encarnar una espiritualidad auténtica que nos capacite para responder a los desafíos de nuestro tiempo con compasión y acción concretas.

Te lo pedimos por Jesucristo, nuestra esperanza, en quien encontramos la plenitud de tu amor y la inspiración para seguir sus pasos. Amén.

Padrenuestro….

Oración por el Año Jubilar, por el papa Francisco

Padre que estás en el cielo, la fe que nos has donado en tu Hijo Jesucristo, nuestro hermano, y la llama de caridad infundida en nuestros corazones por el Espíritu Santo, despierten en nosotros la bienaventurada esperanza en la venida de tu Reino.

Tu gracia nos transforme en dedicados cultivadores de las semillas del Evangelio que fermenten la humanidad y el cosmos, en espera confiada de los cielos nuevos y de la tierra nueva, cuando vencidas las fuerzas del mal, se manifestará para siempre tu gloria.

La gracia del Jubileo reavive en nosotros, Peregrinos de Esperanza, el anhelo de los bienes celestiales y derrame en el mundo entero la alegría y la paz de nuestro Redentor.

A ti, Dios bendito eternamente, sea la alabanza y la gloria por los siglos. Amén.

Oración a la Virgen:

(De los escritos de san Vicente de Paúl)

Santísima Virgen María ayúdanos a estar dispuestos a practicar las máximas evangélicas, te pedimos que llenemos de ellas nuestro espíritu, llenemos nuestro corazón de su amor y vivamos en consecuencia. Por tu intercesión ya que, mejor que ningún otro, penetraste el sentido de esas enseñanzas y las practicaste. Para esperar que, al vernos aquí en camino de vivir según estas máximas, nos serán favorables en el tiempo y en la eternidad (cfr. XII, 114-129).

¡Oh, Santísima Virgen, pide al Señor este favor, pídele una verdadera pureza para nosotros, para toda la familia vicentina! Esta es la súplica que te hacemos. (cfr. XI, 447-449). Amén.

Dios te salve…. Gloria…

SEGUNDO DÍA

«El amor y la esperanza»

Signo: Un cuadro del Sagrado Corazón de Jesús con la frase «sígueme, peregrino».

Canción: Himno del Corazón de San Vicente (nuevo)

Iluminación Bíblica: San Juan 21, 15-18

Cuando terminaron de comer, Jesús dijo a Simón Pedro: «Simón, hijo de Juan, ¿me amas más que éstos?» Contestó: «Sí, Señor, tú sabes que te quiero». Jesús le dijo: «Apacienta mis corderos». Le preguntó por segunda vez: «Simón, hijo de Juan, ¿me amas?» Pedro volvió a contestar: «Sí, Señor, tú sabes que te quiero». Jesús le dijo: «Cuida de mis ovejas». Insistió Jesús por tercera vez: «Simón Pedro, hijo de Juan, ¿me quieres?» Pedro se puso triste al ver que Jesús le preguntaba por tercera vez si lo quería y le contestó: «Señor, tú lo sabes todo, tú sabes que te quiero». Entonces Jesús le dijo: «Apacienta mis ovejas». En verdad, cuando eras joven, tú mismo te ponías el cinturón e ibas a donde querías. Pero cuando llegues a viejo, abrirás los brazos y otro te amarrará la cintura y te llevará a donde no quieras. Jesús lo dijo para que Pedro comprendiera en qué forma iba a morir y dar gloria a Dios. Y añadió: «Sígueme».

Escuchemos a San Vicente de Paúl:

También es este el tiempo de ejercitarse mucho en frecuentes y ardorosos actos de amor a nuestro querido Maestro; y estos hermosos actos de esperanza, tan agradables a su divina majestad, que acaba de hacer, tienen que dirigirse a ello. Pues, si él es tan magnífico, tan liberal y tan bueno como usted espera, ¿no es verdad que tiene muchos motivos para entusiasmarse y decir: «¡Dios de mi corazón! tu infinita bondad no me permite compartir con nadie mis afectos con mengua de tu amor ¡posee tú solo mi corazón y mi libertad! ¿Cómo podré querer a otro más que a ti? ¿quizás a mí mismo? ¡Ay! Tú me quieres infinitamente más que yo mismo; tú deseas infinitamente más mi bien y puedes hacérmelo mejor que yo mismo, que nada tengo y nada espero más que de ti. ¡Oh, mi único bien! ¡Oh, bondad infinita! (XI A pág. 64)

Reflexión:

La caridad es una manifestación exterior que brota del corazón del ser humano, y no surge por sí misma, sino como fruto de una profunda intimidad en la oración con el Señor. San Vicente de Paúl decía: “Dame un hombre de oración”. El mundo de hoy necesita más que nunca cristianos entregados a la profundidad del misterio, que sean místicos en la oración y contemplativos en la acción. Un verdadero discípulo de Jesús no puede amar sin antes haber experimentado un encuentro transformador con Dios. Vivimos en una sociedad agitada, dominada por el ruido, que rara vez se detiene. Pasamos de largo ante muchas realidades, ignorando el gozo de experimentar el paso de Dios por nuestra vida.
El amor no es un simple sentimiento ni un discurso sentimentalista; al contrario, es el motor que dinamiza las relaciones humanas. Es el sello con el que fuimos marcados el día de nuestro bautismo, cuando en el agua fuimos sumergidos por el amor del Hijo que nos ha redimido. Esta dimensión espiritual define nuestro camino de caridad; queremos amar lo que San Vicente amó, con la misma intensidad o incluso mayor.

Preguntas:

¿Cómo podemos dinamizar nuestras relaciones fraternas?
¿Qué necesita el cristiano, el misionero, el discípulo del Señor, para volver al amor primero?
¿Qué realidad expresa San Vicente frente al amor?

Gozos

“San Vicente de Paúl, enciende en nosotros el fuego de la caridad”

Fuego de la caridad, desde el campo a la ciudad,
como campesino o preceptor; de misionero a fundador.
La llama ardiente de tu celo, nos pone en la misión de quitar el velo
a los esclavos y a los afligidos, a quienes damos el Evangelio.

Tus hijos e hijas llevan con pasión tu heraldo,
en el firmamento luz ponderosa de tu amor nos guía
con la fuerza imperativa de amar sin miedo,
a quien sediento por la justicia corría.

En el horizonte nos invitas a fijar mirada,
amor efectivo reclaman los pobres;
que sea nuestra caridad inventiva y cimentada
para dar a Cristo en la tierra un mundo sin distinciones.

Padre de los pobres, predicador infatigable
del celo por las almas compártenos ejemplo;
para dar a los pobres testimonio fiable
que conduzcan al hombre a verdadero templo

¡El pueblo muere de hambre y se condena!
Urge llevar el pan con justicia,
que sólo por nuestro amor
los pobres nos perdonarán.

¡Oh Vicente de Paúl! Que no se halle en nosotros
un amor que sea subjetivo, ¡donativo debe ser!,
con el esfuerzo de nuestro brazos,
y en la frente el sudor, para dar a conocer al prójimo
el amor de nuestro Dios.

Misión y Caridad son las alas
que te llevaron al cielo,
a tu entrada, pobres y ricos te esperaban.
Gozosos tu hijos, mientras Cristo te coronaba
de laureles y santidad, padre y apóstol,
la Iglesia en ti se reflejaba.

Oración final al corazón de san Vicente de Paúl:

Oh Corazón de San Vicente que sacaste del Sagrado Corazón de Jesús, la caridad que tú derramaste sobre todas las miserias morales y físicas de su tiempo, alcánzanos de jamás dejar pasar a nuestro lado miseria alguna sin socorrerla.

Haz que nuestra caridad sea respetuosa, delicada, comprensiva, efectiva como fue la tuya. Pon en nuestros corazones una fe viva que nos haga descubrir a Cristo sufriente en nuestros hermanos desventurados.

Llénanos del celo ardiente, luminoso, generoso que jamás encuentre dificultad alguna en servirlos. Te lo pedimos, oh Corazón de Jesús por la intercesión de aquel, cuyo corazón no latía ni actuaba más que por impulso del tuyo. Amen

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