VER – Una mirada contemplativa
Estamos en un momento intenso y fructífero en la Iglesia, marcado por la convocatoria del Papa Francisco al camino de la sinodalidad. Este tiempo de revisión, discernimiento y revitalización se sitúa en el marco del Concilio Vaticano II y busca fomentar la comunión, la participación y la misión dentro del pueblo de Dios, llamado a vivir y testimoniar la fe recibida en el Bautismo y colaborar en la construcción de un mundo que refleje los valores del Reino. El Papa Francisco enfatiza la necesidad de unidad, comunión y fraternidad, subrayando que el Sínodo es un momento eclesial donde el protagonista es el Espíritu Santo, no un parlamento o un sondeo de opiniones.
El método propuesto por el Pontífice es la escucha atenta y respetuosa de todos los miembros de la Iglesia y de las inquietudes de nuestros contemporáneos, avanzando juntos en la dirección indicada por el Espíritu Santo. Todos estamos implicados en este camino sinodal, buscando que la Iglesia manifieste su identidad como ícono de la comunión trinitaria y servidora de la humanidad. Como miembros de la Familia Vicenciana, debemos reflexionar sobre nuestra ubicación en este itinerario sinodal y cómo podemos contribuir desde nuestro carisma misionero, dejando que la Palabra de Dios y la experiencia de San Vicente nos guíen.
JUZGAR – Un discernimiento lúcido
A la luz de la Palabra (leer: Rm 12,1-13)
Estamos llamados a una conversión sincera y una renovación profunda, a una escucha recíproca y una colaboración efectiva para impulsar la misión de la Iglesia. El Papa Francisco nos recuerda que el Bautismo es nuestro punto de partida, que nos da una dignidad común como hijos de Dios, fundamentando la diversidad de vocaciones, carismas y ministerios en la vida del pueblo de Dios. Solo así podemos construir una Iglesia misionera, sinodal y profética, que se nutre de la comunión y la participación de sus miembros, y se reconoce como servidora de la humanidad, especialmente de los pobres.
A la luz del carisma vicenciano
Todo carisma tiene una orientación eclesial, respondiendo a las necesidades de la Iglesia en el mundo. San Vicente de Paúl tenía una capacidad especial para leer los signos de los tiempos e interpretarlos a la luz de la fe, visibilizando el plan de Dios en las circunstancias concretas de su época. La Familia Vicenciana busca responder a las demandas actuales con lucidez y vigor, actualizando la misión de Jesucristo y visibilizando la solicitud de la Iglesia hacia los pobres. San Vicente insistía en que sus Misioneros tuviesen un profundo sentido eclesial, traducido en amor a la Iglesia, participación en su misión y atención a sus pastores legítimos.
San Vicente se comprometió vigorosamente en la reforma de las estructuras eclesiásticas, oponiéndose a la corrupción y el abuso, y llamando a la solicitud pastoral hacia los más abandonados. Su amor por la Iglesia se reflejaba en su dedicación a la formación integral del clero y la implicación de los laicos en el servicio de la caridad. Este compromiso eclesial se manifiesta en sus palabras sobre la necesidad de la Iglesia de tener hombres evangélicos que trabajen por su purificación, iluminación y unión con su divino esposo.
ACTUAR – Un compromiso renovado
El Papa Francisco nos advierte sobre tres riesgos que pueden amenazar el proceso sinodal y nuestra conversión pastoral en clave misionera: el formalismo, el intelectualismo o la abstracción, y el inmovilismo.
El formalismo
Existe el riesgo de que el Sínodo se convierta en un evento extraordinario de fachada en lugar de un verdadero itinerario de discernimiento espiritual. Debemos evitar contentarnos con proyectar una buena apariencia o mantener una buena fama, y en cambio, asegurar que nuestra vida y misión estén inspiradas por una vitalidad espiritual y misionera auténtica. Debemos transformar visiones verticalistas y distorsionadas de la Iglesia, y reconocer el protagonismo de los laicos, compartiendo decisiones y responsabilidades.
El intelectualismo o la abstracción
Hay un peligro de convertir el Sínodo en un grupo de estudio con reflexiones cultas pero abstractas, alejadas de la realidad del pueblo santo de Dios. Debemos situarnos frente a las realidades que nos rodean, especialmente las que tocan a los más pobres, y evitar tanto el pesimismo fatalista como los optimismos de conveniencia. En su lugar, debemos alimentar un realismo iluminado por la fe y la esperanza, que reconozca fallos y abra nuevos caminos.
El inmovilismo
El inmovilismo, caracterizado por la actitud de “siempre se ha hecho así”, es un veneno en la vida de la Iglesia. Debemos asumir el discernimiento personal y comunitario como criterio de nuestras decisiones y opciones, y no limitarnos a discursos y discusiones, sino empeñarnos en posturas coherentes y acciones creativas.
Conclusión
El Papa Francisco también destaca tres oportunidades que caracterizan este tiempo de gracia: ser una Iglesia estructuralmente sinodal, donde todos se sientan en casa y puedan participar; una Iglesia de la escucha, dispuesta a escuchar al Espíritu y a los hermanos y hermanas sobre las crisis y esperanzas de la fe; y una Iglesia de la cercanía, con actitudes de compasión y ternura, que se haga cargo de las fragilidades y pobrezas de nuestro tiempo.
Como miembros de la Familia Vicenciana, encontramos en estas oportunidades un proyecto de vida y misión. Debemos comprometernos a ser una Iglesia cercana y compasiva, que cure las heridas y sane los corazones quebrantados con el bálsamo de Dios. Esta espiritualidad vicenciana, en su dimensión sinodal, nos llama a una renovación continua, a la escucha y participación activa, y a vivir en profunda comunión con el Espíritu Santo y con nuestros hermanos y hermanas en la fe.
Fuente: Resumen de un documento de trabajo con ocasión del 400 aniversario de la fundación de la Congregación de la Misión, publicado en cmglobal.org.
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