Lo que el estudiante Tomás de Aquino enseñó a la maestra Isabel Ana Seton

por | Mar 22, 2023 | Formación | 0 comentarios

Aunque santa Isabel Ana Seton pasó gran parte de su vida adulta educando e instruyendo a otros en la fe católica, nunca dejó de ser una estudiante. Su propia educación en la fe se remonta al icónico santo y estudiante Tomás de Aquino.

Se dice que los profesores aprenden mucho de sus alumnos.

Una maestra católica emblemática, Isabel Ana Seton, parece haber aprendido bastante de un alumno emblemático, santo Tomás de Aquino, a pesar de que sus vidas estuvieron separadas por más de cinco siglos.

Tomás nació en 1225 y comenzó sus estudios con los benedictinos en Monte Cassino sólo cinco años después. Su educación católica le llevó a la vocación sacerdotal, y a los 20 años estudiaba en la Universidad de París. Conoció a san Alberto Magno y estudió con él en Colonia tres años más tarde, convirtiéndose en magister studentium (maestro de estudiantes).

Aquino era un estudiante tranquilo y prudente, tanto que tenía fama de ser un poco zopenco. Alberto Magno le defendió ante los estudiantes diciendo: «Ustedes lo llaman el buey mudo. Pero este buey llenará un día con sus mugidos el mundo entero».

Su maestro le protegía como un padre, del mismo modo que la madre Seton tomaba bajo su protección a sus alumnos.

«Estoy como una madre rodeada de muchos niños de diferentes caracteres —escribió sobre su vida como maestra— no todos igualmente amables o simpáticos, pero obligada a amar, instruir y procurar la felicidad de todos, a dar ejemplo de alegría, paz, resignación y considerar a los individuos más como provinientes del mismo origen y tendentes al mismo fin.»

Que el alumno Tomás de Aquino encontrara una figura paterna en su gran maestro fue especialmente significativo porque su propia familia se había vuelto contra él. Él quería ser fraile dominico en la recién fundada Orden de Predicadores de Santo Domingo, pero su familia quería que fuera monje. Los dominicos intentaron ir un paso por delante de su familia y organizaron su traslado a Roma. Sus hermanos lo detuvieron en el camino y físicamente lo agarraron para impedir que se fuera, hasta que Tomás finalmente escapó de la casa de su propia familia.

Isabel Ana Seton también tuvo que vérselas con una familia que no comprendía su nueva fe católica y su nueva vocación. Aunque no tuvo que enfrentarse a nada tan dramático como la fuga de santo Tomás, ella también encontró consuelo en una nueva figura paterna protectora: la Virgen María.

En 1804, tras el fatídico viaje a Italia que la puso en contacto con la fe católica e inspiró su amor por el Santísimo Sacramento, tuvo que decidir qué parte de su recién descubierta fe compartiría con sus hijos, todavía protestantes.

«Anna me incita a rezar el Ave María cuando estamos en la oración de la tarde», decía Isabel Ana. Su hija le decía: «¡Oh, mamá, enséñanoslo! Incluso la pequeña Bec intenta balbucearlo, aunque apenas puede hablar».

Isabel escribió en su diario: «Si alguien está en el cielo, su Madre debe estar allí… así que beso la imagen que me diste, y le ruego que sea una Madre para nosotras».

Ese mismo año, Isabel mostró hasta qué punto el gran Aquino se había convertido en un maestro para ella, y para todos nosotros.

Describió a la familia Filicchi en una larga carta los ritos por los que entró en la Iglesia católica.

«Fui llamada a la pequeña habitación junto al Altar y allí profesé creer lo que el Concilio de Trento cree y enseña —dijo—, mi corazón risueño por mi Salvador, quien vio que yo no sabía lo que el Concilio de Trento dictaminaba, sólo que creía lo que la Iglesia de Dios declaró ser su creencia, y consecuentemente es ahora mi creencia».

Su confianza estaba en la Iglesia, no en santo Tomás de Aquino, pero fue la cuidadosa erudición de santo Tomás la que dio forma al Concilio de Trento, con varios pasajes de sus obras que se convirtieron —casi textualmente— en dogmas definidos de la Iglesia. Esto sólo ocurrió después de años en los que la Iglesia sospechó inicialmente de su obra, debido a un malentendido inicial, y la investigó cuidadosamente.

Pero Isabel mencionó su deuda con la piedad eucarística de Santo Tomás de Aquino. Se refiere a los himnos eucarísticos, escritos para la fiesta del Corpus Christi.

Incluso se oyen ecos del Panis Angelicus (Pan del Cielo) de santo Tomás de Aquino en sus palabras.

«Tan cierto como que el pan tomado naturalmente me quita el hambre, así este pan de los ángeles me quita el dolor, mis preocupaciones, me reconforta, me tranquiliza y renueva todo mi ser», escribió Isabel sobre la Eucaristía. «Jesús, pues, está allí. Podemos ir, recibirlo; es nuestro».

Tomás de Aquino escribió:

El pan angélico
se vuelve pan de hombres.
El pan celestial
pone fin a las imágenes.
¡Qué maravilla!
Comen al Señor
el pobre, el siervo y el humilde.

Un último punto de comparación entre santa Isabel Ana Seton y santo Tomás de Aquino es su convicción de que sólo hay una cosa que importa al final: Dios, y sólo Dios.

Se cuenta que el 6 de diciembre de 1273, tres meses antes de su muerte, santo Tomás de Aquino tuvo una experiencia sobrenatural después de misa: un prolongado estado de éxtasis. Nadie sabe lo que vio u oyó, pero después dejó de trabajar. Se dice que su secretario, Reginaldo de Piperno, le rogó que volviera al trabajo, y él respondió: «Reginaldo, no puedo, porque todo lo que he escrito me parece paja».

En una versión de la historia, Tomás estaba rezando ante un icono de Cristo crucificado, y el Señor le dijo: «Has escrito bien de mí, Tomás. ¿Qué recompensa querrías por tu labor?». Tomás respondió: «Nada más que a ti, Señor».

Del mismo modo, Isabel oró a Jesús: «Vive siempre en mí, y déjame vivir perpetuamente en Ti y para Ti, como sólo vivo por Ti».

TOM HOOPES, autor de The Rosary of Saint John Paul II [El Rosario de San Juan Pablo II], es escritor residente en el Benedictine College de Kansas, donde imparte clases. Antiguo reportero en el área de Washington, D.C., fue secretario de prensa del Presidente del Comité de Medios y Arbitrios de la Cámara de Representantes de los Estados Unidos y pasó 10 años como editor del periódico «National Catholic Register» y de la revista «Faith & Family». Su trabajo aparece con frecuencia en el «Register», «Aleteia» y «Catholic Digest». Vive en Atchison, Kansas, con su esposa, April, y tiene nueve hijos.

Fuente: https://setonshrine.org/

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