Dios cercano (Mt 11,2-11)

por | Dic 17, 2022 | Formación, Reflexiones, Thomas McKenna | 0 comentarios

Algo con lo que casi todos los creyentes suelen luchar es sentir la cercanía de Dios: ¿cuán cerca siento la presencia divina? Dicho de otro modo, ¿qué tipo de cosas me transmiten que el Señor está cerca? O, siguiendo el espíritu de este tiempo de Adviento, ¿cuáles me dicen que el Señor está a punto de llegar?

Si le preguntáramos esto a nuestro héroe de Adviento, Juan el Bautista, él diría que la señal de la venida de Dios sería la conmoción del mundo: en su lenguaje descarnado, «la llegada de la ira», «el hacha a las raíces de los árboles». O en palabras de un imaginativo comentarista: «¡La venida del Mesías traerá una limpieza universal!».

Así pues, podemos entender la confusión de Juan cuando oye hablar de este predicador errante, su primo, Jesús de Nazaret. El Bautista le envía un mensaje: «¿Eres realmente tú el que ha de venir? ¿O debemos esperar a otro?».

La respuesta de Jesús equivale a decirle a Juan que no está buscando lo suficiente. «Deberías hacer otras conexiones con la presencia de Dios, cosas como que a los ciegos se les devuelva la vista, que los cojos se levanten y vuelvan a andar, que los sordos empiecen a oír y escuchar. Pero sobre todo, Juan, deberías estar atento a los pobres e ignorados, a los que la mayoría de las veces reciben malas noticias, pero que ahora empiezan a oír noticias esperanzadoras, Buenas Noticias. Estas personas apartadas se sienten más apreciadas porque a través de mí están aprendiendo que Dios se preocupa, que son preciosas a los ojos de mi Padre. Y fíjate también en que los que me siguen empiezan a hacer lo mismo, a difundir esa Buena Noticia de palabra y de obra».

El consejo de Jesús a Juan: «Éstas son las otras clases de cosas, además de la adversidad, que emiten el mensaje de que mi Padre está cerca, de que Dios está recorriendo el camino a vuestro lado».

En la actualidad, Jesús nos pide que trasmitamos señales similares. Con nuestras actos de cuidado y solicitud, comunicamos esa cercanía de Dios. Esta es la misión de Jesús: con todas las cosas que hace para curar, consolar y desafiar, está dando cuerpo a la afirmación de que Dios está cerca. ¿Y no es ésa también la misión de los seguidores de Jesús: consolar, perdonar, fortalecer y buscar a los perdidos y abandonados?

Todas estas acciones y actitudes persiguen el mismo resultado: atraer a Dios al aquí y al ahora, cambiar nuestro sentido de Dios de una abstracción lejana y nebulosa a una presencia genuinamente sentida y cercana.

Por último, Jesús proclama que no hay nadie más grande que Juan el Bautista. Pero, yendo más allá, declara que los más pequeños de su Reino, el Reino de su Padre, son más grandes que Juan.

Especialmente nosotros, en la Familia de Vicente de Paúl, somos esas personas «más grandes» a las que Jesús nombra. Tenemos el reto de llevar la presencia sanadora y fortalecedora de Dios a los demás. Al responder al Bautista, Jesús señala a todos los discípulos que a lo largo de los siglos han dado cuerpo a su afirmación de que Dios está cerca y es cercano. Somos nosotros quienes, con nuestras acciones y actitudes, emitimos las señales de la cercanía de Dios en lo cotidiano.

A esto podemos añadir el punto de vista distintivo de Vicente sobre la cercanía de Dios: «La práctica de la presencia de Dios es muy buena, pero me parece que adquirir la práctica de cumplir la voluntad de Dios en todas nuestras acciones es todavía mejor; pues esta abraza a la otra.» (SVP ES XI-3, p. 210, repetición de oración del 17 de octubre de 1655).

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