Acogida del Adviento (Mateo 3,1-12)

por | Dic 10, 2022 | Formación, Reflexiones, Thomas McKenna | 0 comentarios

Una forma de escuchar el mensaje evangélico de Adviento es ponernos en la piel de todas aquellas personas que se encaminaron al desierto para escuchar a Juan el Bautista. Juan no duda en lanzar su desafío, y lo hace sin tapujos. «Arrepiéntete», repite una y otra vez. «Dejad de ir en la dirección que vais, dad la vuelta y andad por un camino diferente. Pero aún más importante, abríos a quien viene hacia ustedes por ese camino de sanación».

John continúa: «Hay muchas voces que se acercan a vosotros. Pero os pido que escuchéis una en particular, que abráis vuestros oídos y escuchéis más receptivamente. Más aún, abrid vuestros corazones a quien está llegando a vosotros, el que quiere atraeos amorosamente hacia Él. Cambiad a esta nueva frecuencia, la que puede fijaros en quién es esta persona que viene hacia vosotros, este Jesús de Nazaret».

Juan continúa: «Alejaos de todas aquellas cosas que no se encuentran en este nuevo camino: la injusticia, las prácticas religiosas superficiales, el abandono de los pobres, la deshonestidad, el aislamiento egoísta. Estas cosas empañan la visión de todos los bienes que hay en el camino de Jesús: la generosidad, el sacrificio por los demás, la honestidad, la transparencia, el cuidado de los pobres que se dejan de lado por su escaso valor».

Juan nos dice en este Adviento: haced todo lo que podáis para acoger a la persona de este Jesús que ahora se dirige hacia ti. Quien es y lo que trae no es otra cosa que el propio amor de Dios, el cuidado, la fuerza y la compasión divinas que se están extendiendo por todo el mundo.

En una palabra, Juan nos pide que seamos receptivos; es decir, acogedores, abiertos, dispuestos a recibir las riquezas que trae este Jesús. El Bautista sigue repitiendo: «¡Preparad, preparad el camino del Señor! Estad activa y atentamente abiertos al que viene hacia nosotros. »

La preparación de esa receptividad puede traducirse en pequeñas cosas, como tomarse unos momentos de silencio por la mañana temprano para atender a lo que de Dios pueda estar moviéndose hacia nosotros en el transcurso del día. O ese tiempo de silencio que se toma por la noche para dar las gracias por las ayudas y las luces que nos han llegado.

Otro ejercicio de receptividad puede ser prestar una atención extra a la persona que tienes delante, el tipo de atención que el papa Francisco llama «encuentro». En este caso, tratas de sintonizar con las capas más profundas de lo que alguien está diciendo, y al mismo tiempo trabajas para traer más de tu propio ser a la conversación.

En este Adviento, el Bautista nos insta a abrirnos lo más posible a la presencia que siempre se mueve hacia nosotros, el Espíritu de nuestro Señor Jesucristo, que nos abraza.

En una oración por la humildad, ¿no es Vicente el modelo de esta misma receptividad? «Háblanos, pues, Señor; háblanos tú mismo; seremos como otros tantos siervos que te escuchan. ¿Hay algo que la gracia no pueda hacer, y nosotros también?» (SVP ES XI-3, 487, conferencia sobre la humildad, de 18 de abril de 1659).

Que nuestra espera del Adviento nos abra a «Aquel que ha de venir».

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