Justos siervos del Señor Santo

por | Oct 20, 2022 | Formación, Reflexiones, Ross Reyes Dizon | 0 comentarios

Jesús es imagen del todo justo Dios, el solo que es bueno.  Ante él y ante Dios, los hombres no somos justos.

Aparece de nuevo hoy el tema de la oración del domingo pasado.  Pues cuenta Jesús la parábola del fariseo y el publicano.  Los dos están en el templo para orar.  Y se nos dice desde el comienzo  por qué cuenta Jesús la parábola.  Se dirige él a los que se tienen por justos y desprecian a los demás.

La parábola critica, pues, la soberbia de los que se creen más justos que los demás.  No recomienda Jesús la forma de orar de ellos.  Hay que orar, más bien, al igual que los humildes que con pena se dicen pecadores.

Sí, comenta Jesús a su parábola que el publicano vuelve a su casa justificado, y el fariseo no.  Éste se nos pinta quizá a grandes rasgos.  Pero es un cuento no más que se sirve de la caricatura para que quede claro lo que se enseña.

Y se enseña que Dios les mira con el ceño frunido a los soberbios, y les sonríe a los humildes y los llama justos.  Orar, por lo tanto, quiere decir tenerse con necesidad.  Los gritos de los humildes y pobres atraviesan, sí, las nubes; Dios libra de todo mal a los que así le gritan.  También se deja claro que ser justos nosotros a los propios ojos, o a los ojos de la gente, es una cosa.  Y otra cosa es ser justos a los ojos de Dios.

¿Justos somos a los ojos de Dios?

No cabe duda de que la gente les tiene respeto a los fariseos.  Se les toma a ellos por justos debido a su observancia estricta de la ley de Moisés.  También son fieles a las tradiciones que se han desarrollado en torno a la ley.

En cambio, publicano quiere decir pecador.  Es que él cobra impuestos para Roma.  Ya es bastante malo pagar los impuestos a los romanos.  Pero es peor aún que un judío sea un lacayo de los odiosos invasores.  Y los publicanos tienen fama de extorsionadores y explotadores.  Con razón, la gente los odia y los evita.

Pero fariseos y publicanos no son del pasado solo; son de todos los tiempos.  No faltan fariseos hoy día, que siempre hay los que sobresalen en la práctica de su religión.  Y, por supuesto, no son pocos los que ignoran su religión y no viven de acuerdo con lo que enseña ella.

Y los cristianos nos convertimos en el fariseo del cuento al dejar que se nos suba a la cabeza nuestra práctica de la religión.  Al creer que somos más justos que los demás o que nuestro grupo es mejor que todos los grupos.  Y al arrogarnos el derecho de juzgar al prójimo, y así negar que solo hay un legislador y juez.

Pero seremos el publicano del cuento si confesamos de verdad que hemos pecado mucho.  Si lo que decimos va en serio mientras nos admitimos los peores pecadores.  Si humildes, evitamos las comparaciones y no juzgamos.  Y si no hacemos lo mismo que los que avergüenzan a los pobres, y no disciernen el cuerpo de Cristo, por lo tanto.  También si captamos que la Eucaristía no es un premio para los perfectos, sino un remedio para los débiles (GS 47).

Señor Jesús, ten compasión de nosotros, que no somos justos, sino pecadores, débiles y con necesidad de la gracia de Dios (SV.ES IX:332).

23 Octubre 2022
30º Domingo de T.O. (C)
Eclo 35, 12-14. 16-18; 2 Tim 4, 6-8. 16-18; Lc 18, 9-14

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