Guerra en Ucrania: cinco meses de un horror que nos afecta a todos

por | Jul 31, 2022 | Conflicto en Ucrania, Featured2, Noticias | 0 comentarios

El 20 de febrero de 2002, ya hace más de cinco meses, el mundo contempló horrorizado el inicio de la invasión rusa al territorio de Ucrania. Desde entonces, todos los días hemos asistido a inumerables actos de terror en una invasión que ha recibido el rechazo prácticamente unánime de la comunidad internacional.

© Ministerio de Defensa de Ucrania

Nadie puede asegurar que esta guerra, provocada por los gobernantes de Rusia, tenga un final en el corto plazo. Mientras tanto, las ondas de choque provocadas por los actos bélicos y las reacciones de la comunidad internacional está afectando a la inmensa mayoría de los países en el mundo, entre ellas:

  • Una inflacción desorbitada que ya está asolando no solo a Europa, sino incluso más allá de sus fronteras.
  • Ucrania, que ha sido calificada como «el granero del mundo» por su capacidad de alimentar a 600 millones de personas cada año, no ha podido dar salida al grano (trigo, maíz, cebada, colza) que se almacena en sus graneros o que ha sido destruido durante los ataques rusos. Así, la escasez de ciertos alimentos básicos está afectando a países que dependen en gran medida de estas exportaciones, y ya se está hablando de hambrunas provocadas por el conflicto en algunas regiones del planeta.

Pero, desgraciadamente, no son las únicas. En las últimas semanas hemos sido testigos de decisiones que van en contra de la lucha contra el cambio climático y que amenazan con dinamitar los acuerdos del clima en la cumbre de Paris en 2015, para de alguna manera paliar la escasez de energía que se ha provocado en Europa por las sanciones a Rusia, fomentando, por ejemplo, el uso del carbón, muy contaminante, como fuente de generación de electricidad. El futuro a corto plazo, en este sentido, sigue siendo muy incierto, sobre todo para los países cercanos a la zona en conflicto y a aquellos que dependen energéticamente, en mayor o menor medida, de Rusia.

Pero hay otra realidad que es tan preocupante como estas anteriores, y que se conoce menos, pues sucede dentro de las herméticas fronteras del país ruso: la falta de libertades personales, en concreto la falta de libertad de expresión. El derecho a la libertad de expresión está consagrado en el artículo 19 de la Declaración Universal de Derechos Humanos: «Todo individuo tiene derecho a la libertad de opinión y de expresión; este derecho incluye el de no ser molestado a causa de sus opiniones, el de investigar y recibir informaciones y opiniones, y el de difundirlas, sin limitación de fronteras, por cualquier medio de expresión».

A partir del 24 de febrero, el gobierno ruso ha ido promulgando leyes para acallar las opiniones contrarias a las oficiales del gobierno, castigando con multas o incluso con penas de cárcel cualquier manifestación contraria a la oficial, llegando incluso a prohibir el uso del término «guerra» para referirse al conflicto. En consecuencia, muchos medios de comunicación ruso, y extranjeros en territorio ruso, han tenido que cerrar sus medios de comunicación para no ser condenados por esas leyes infames.

Así, el 7 de julio, Alekséi Gorinov, un concejal de Moscú, fue condenado a siete años de prisión simplemente por denunciar la invasión rusa a Ucrania.

Respecto a esta condena, Bruce Millar, director adjunto de Amnistía Internacional para Europa y Asia Central, declaró: «La condena de Aleksei Gorinov es impactante. Es una represalia ilegítima por expresar sus opiniones que no tiene nada que ver con la administración de justicia. Aleksei Gorinov no ha cometido ningún delito reconocido internacionalmente al llamar por su nombre —una guerra criminal— a la guerra declarada por Vladimir Putin contra Ucrania. La judicatura rusa se ha vuelto a poner del lado del gobierno y sus intentos de silenciar cualquier forma de disidencia».

Otro efecto de esta persistencia del conflicto a lo largo del tiempo ha sido el que, de alguna manera, nos estamos «acostumbrando» a esta indeseada situación de guerra y los conflictos bélicos (el de Ucrania y tantos otros que permanecen activos en la actualidad) ya no copan las primeras planas de los noticieros.

Las otras guerras olvidadas

Los seguidores de san Vicente de Paúl y santa Luisa de Marillac, ante las situaciones que se nos presentan, siempre nos hacemos la misma pregunta: «¿Qué se debe hacer?». ¿Qué debemos, como vicencianos, hacer para paliar —y también denunciar— todas estas situaciones que ha provocado la guerra?

Muchos quizás pensemos que no podemos hacer nada como individuos, y tal vez poco como grupo. Pero lo cierto es que lo poco que se haga siempre es mucho, y puede marcar una gran diferencia para personas que sufren directamente los horrores de la guerra. En famvin.org tienes varias historias al respecto que puedes consultar en este enlace.

Por descontado, como millones de cristianos en todo el mundo, oramos por el fin de los conflictos y por la salud y bienestar de los millones de inocentes afectados por ellos. Y, aún así, seguimos preguntando si podemos hacer más. ¿Podemos de alguna manera defender los derechos humanos, la lucha por el cambio climático, paliar los efectos de la inflacción rampante, auxiliar a las personas que más están sufriendo sus consecuencias? Sin duda alguna, hay cosas que todos somos capaces de hacer, cada uno donde vive. Ojalá no nos falte el coraje de seguir manos a la obra, con decisión.

Comisión de comunicaciones de la Familia Vicenciana.

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