“Misericordia quiero y no sacrificio“

Am 8, 4-6. 9-12; Sal 120; Mt 9, 9-13.

El evangelio de hoy nos habla de Mateo, un recaudador de impuestos, hombre mal visto por sus compatriotas pues cobraba los impuestos de parte de Roma, el imperio que tenía sometido al pueblo de Israel. Además, como cobrador de impuestos tenía mala fama, pues todos los de su oficio solían cobrar más de lo que debían. Pasa Jesús a su lado y lo invita a seguirlo; él, dejándolo todo, de inmediato lo sigue y de puro gusto organiza una comida con todos sus amigos e invita a Jesús y a sus discípulos. Esto no escapa a la vista de los enemigos de Jesús, quienes lo critican diciendo: “Su Maestro come con los pecadores”. Jesús responde que no son los sanos los que necesitan de médico, sino los enfermos y los manda a que aprendan un criterio claro de Dios: “Misericordia quiero y no sacrificios”. Para Jesús es más importante mostrar la bondad y misericordia de Dios que cumplir sus leyes, por eso no vacila en ingresar a sus filas a un pecador público, porque para Dios no hay acepción de personas, todos somos sus hijos; además ¿quién no necesita de su misericordia? Por eso, con su llamado, Jesús hace pasar a Mateo de la esclavitud del dinero a la libertad de su seguimiento.

Fuente: «Evangelio y Vida», comentarios a los evangelios. México.
Autor: Silvia Bermea Ordóñez HC.